La mandrágora es una de las plantas más antiguas.
En la tumba de Tutankhamon se encontraron hojas de mandrágora que datan del siglo XIV A.C. Llegó a utilizarse como estimulante de la fertilidad y afrodisiaco: “Manzana del Amor”.
Pero su mayor uso se le dio como analgésico y sedante contra las enfermedades incurables.
Fue Dioscorides, médico de la antigua Grecia, quien lo empleó como remedio para aquellos que no podían dormir o iban a ser amputados: “Hay que darles un vino de mandrágora para provocar anestesia”.
Pero los mitos continuaron rodeando a la mandrágora: “despertará el deseo del hombre y le inspirará sueños malsanos”. Según las leyendas la planta debía de usarse con precaución, pues despertaba el deseo sexual; por eso algunos llamaban a su fruto “Los testículos del diablo”.
La gran Cleopatra pidió a su servidumbre que le dieran a beber mandrágora, para poder dormir mientras su amor permanecía ausente.
Pero quizá la creencia más temida es que cuando se arrancaba la planta, la raíz emitía un grito tan espeluznante que podía fulminar a quien lo escuchara. La raíz puede tener forma humana.
Fue el Dr. Benjamin Ward quien descubrió que la planta contenía atropina, escopolamina y estramonio; sustancias que actúan sobre el sistema nervioso que escapa al control voluntario.
En la mitología griega destacan dos personajes, Hipnos dios del sueño y Tanatos dios de la muerte.
Son dioses inseparables. Todos los extractos de las plantas que se recetan como analgésicos o narcóticos tienen esa dualidad inseparable; pueden dormir al enfermo; pero también pueden ejercer un efecto de veneno mortal.