En su libro titulado Eunucos, José Antonio Díaz Sáenz hace referencia a la biblia y los eunucos.
La biblia menciona 38 ocasiones el término eunucos; aunque no queda claro si son únicamente castrados o también emasculados (testículos y pene). Los libros del Antiguo Testamento rechazan de plano la castración, ya sea de animales o de hombres.
Dice el Levítico (22.4):
“No ofrecereis a Yahveh animal que tenga los testículos aplastados, majados, arrancados o cortados; no hagais esto en vuestra tierra”.
Definitivamente, la religión siempre ha tomado muy en serio el uso de los órganos reproductivos; estos deben ser utilizados para lo que fueron creados, es decir, la reproducción; nada debe desperdiciarse de forma ociosa, como en la masturbación, en la que el semen es derramado sin otro motivo que no sea placer.
De igual manera, los testículos son sagrados, porque de ahí proviene “la semilla” reproductiva, por lo menos esa teoría se cultivó durante siglos, hasta que se comprobó que los ovarios femeninos complementaban la obra maestra.
Aun así, los textos sagrados están escritos y el Deuteronomio (23.1) declara:
“El hombre que tenga los testículos aplastados o el pene mutilado, no será admitido en la asamblea de Yahveh”.
Es decir, que cualquier hombre con testículos o pene machacado estará fuera del paraíso.
Hay que andarse con mucho cuidado en el uso y manejo de los testículos (25.11) “Si un hombre está peleando con su hermano, y la mujer de uno de ellos, en su afán de liberar a su marido de los golpes del otro, lo sujeta y agarra por sus partes, se le cortará la mano a ella sin piedad” por no guardar respeto por los órganos generadores.