Trabajar de noche en terapia intensiva durante muchos años puede despertar, en alguna de esas madrugadas, pensamientos premonitorios.
De hecho, uno puede ver casi diariamente el “panteón hospitalario” conocido como departamento de Patología; a donde es muy probable que algún día mi cuerpo inerte sea llevado; lástima que ahí ya no pueda sentir sus paredes frías, ni su olor a formol, ni ver su espacio lúgubre.
Lo que sucede es que en ese hospital, para llegar a la Terapia Intensiva, se tiene que pasar obligadamente por ese departamento de patología.
La distancia entre uno y otro es de casi 30 metros; estoy seguro que esta distribución en el mismo piso de Terapia Intensiva y Patología es estratégica; para no andar “paseando nuestro cadáver por todo el hospital”.
En una de esas tantas noches, los tres médicos de guardia en Terapia Intensiva nos pusimos a elegir en qué cama nos gustaría ser ingresados en caso necesario; ninguno quiso la cama 1, porque es un cubículo que está en la “mera” entrada y todo mundo que pasa por ahí te ve, digamos no en tu mejor condición médica.
Yo elegí el cubículo 8, es una cama que está en una esquina y puede ser vigilada con facilidad por los médicos y enfermeras sin quitarle privacidad; recordemos que las terapias intensivas por lo general tienen un diseño circular como una plaza de toros, para poder ver a todos los pacientes desde un solo punto.
Por supuesto que todo esto son puras especulaciones de médicos trasnochados; nadie sabe dónde, ni cómo, ni cuándo va a morir.
Pero en la embriaguez de la noche nos quisimos dar “ese lujo” exagerado como si por el hecho de trabajar ahí por tantos años nos mereciéramos ese derecho de elegir dónde sanar o morir.
Es extraña la sensación que nos invade cuando pasamos cerca o estamos en un panteón; sin embargo, nosotros sin darnos cuenta, día tras día pasamos por el anfiteatro o Patología, a donde son enviados los fallecidos en hospital.
Al igual que los panteones, día y noche sus puertas permanecen abiertas para recibir a la persona en turno.
En uno de esos trayectos paso a paso por el pasillo de patología me preguntaba ¿por qué no te detienes un poco a ver dónde vas a estar?
Nunca lo hice, ¡hasta la fecha siempre paso y solo lo veo de lejos!; total en esas circunstancias, ¿ya qué más da? O usted ¿qué cree?.