Este 15 de julio está llamado a ser un día histórico para la máxima casa de estudios del Estado de México, pues a lo largo del mismo, en un ejercicio realmente sin precedente, 110 mil integrantes de la comunidad universitaria podrán, potencialmente, expresar a través de su voto su preferencia para definir a la próxima rectora de la UAEMéx.
Más de dos meses de paro estudiantil han pasado, a lo largo de los cuales los integrantes del hoy llamado Enjambre Estudiantil Unificado han logrado fraguar cambios significativos al estatuto universitario que generan mejores condiciones para llevar a cabo la votación, consiguiendo mayor significación de la participación del sector estudiantil en la toma de decisiones con un efecto directo y claro en la representatividad de los consejeros para definir a la nueva rectora; también se ha logrado mayor transparencia en la forma de operar del Consejo Universitario al ser transmitidas en vivo sus sesiones; además se han comprometido mejoras en infraestructura de la institución, el avance progresivo a la gratuidad; la revalorización de las unidades académicas profesionales y de la comunidad de cada una de ellas para considerar sus opiniones y participación; abriendo paso a una dinámica más democrática dentro de la institución, sin el riesgo que se criminalice o se persiga la protesta y todo ello hasta ahora, sin perder de vista el propósito fundamental de la misma.
Es irreductible, a mi parecer, el impacto del movimiento estudiantil en diferentes planos, para pensar que la Universidad a partir de esta crisis, si bien no superada aún, ya ha evolucionado favorablemente y puede seguir dando pasos importantes con la definición democrática de una nueva rectoría que sea a su vez catalizadora de nuevos acuerdos de solución y seguimiento de las exigencias pendientes de atender hasta hoy. Han marcado también los estudiantes una agenda insoslayable para quien sea que ocupe la rectoría.
Este día con el proceso de votación, se enfrentará también otra “prueba de fuego”, donde una participación mayoritaria, más allá de quien resulte ganadora, evidenciará -primero por los niveles de participación-, cuánto interés hay en la comunidad universitaria por intervenir en la toma de decisiones y por reanudar la actividad con lo conseguido hasta el momento, o si se da la razón al movimiento estudiantil y con una baja participación se manifiesta el desencanto con la situación y la alternativa tomada. Cualquiera de los dos escenarios se deberá reconocer con toda responsabilidad para buscar que se siga avanzando hasta superar los retos pendientes.
Es cierto que en este proceso inédito subsiste la desconfianza sobre los mecanismos de votación digital, e incluso por el voto físico y las posibles maniobras que puedan intentarse en las diferentes trincheras contendientes para lograr más votos a favor, también por lo que pueda implementarse en el proceso de conteo y validación de la votación para llegar a un resultado final, pero se han debido tomar suficientes previsiones ante ello y el disipar las dudas puede ser quizá el mayor logro del encargado del despacho de la rectoría, Isidro Rogel, y su equipo, como organizadores y árbitros del mismo para reactivar a la institución. No pueden fallar.
Es entendible el enojo de los integrantes del Enjambre Universitario al no haber conseguido que se cumpliera su exigencia de diálogo con las aspirantes a la rectoría en el día previo a la votación, ojalá que eso no motive ningún intento de disturbio en la jornada, y sí les dé tiempo de aquilatar lo avanzado para culminar esta etapa de su movimiento tomando la opción ya prometida de interlocución, después de la elección.
Hay buenas posibilidades. Ojalá se logre mover conciencias y con todos estos factores, emerja una nueva rectoría legítima, sensible, capaz y eficiente para responder como se requiere en estos tiempos.