En el Estado de México se encuentra la mayor cantidad de niñas, niños y adolescentes en riesgo de ser reclutados por el crimen organizado, pandillas o grupos delictivos, lo cual se deriva de las condiciones de desatención familiar que los hace vulnerables, la pobreza, el abandono, falta de oportunidades, violencia familiar, así como la cercanía a zonas con presencia de grupos delictivos, donde los miembros de estos grupos forman parte de la comunidad y eso permite que interactúen con facilidad con los niños y niñas.
Es lamentablemente alta probabilidad la que viven al menos 250 mil menores en el país, para enrolarse en el crimen, según revela un estudio del Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad y de acuerdo a lo que pude conversar con Doria Vélez, directora del mismo, en siete estados del País está concentrada la mayor cantidad de esas niñas y niños, en el Estado de México se ubica el 9.7%, lo que equivale a unos 25 mil.
Es estremecedor saber la facilidad con que pueden acercarse a los menores aprovechando su vulnerabilidad, sin que haya reacción defensiva.
Por si esto fuera poco, afirman que tanto autoridades federales como estatales no están atendiendo este problema y ni siquiera lo tienen identificado, ni situado como prioridad de política pública.
Conocido este panorama, la exigencia ahora es que se reconozca el problema y no minimizarlo ni darlo como una batalla perdida, sino aceptar la dimensión que tiene y si ya existe un Observatorio Nacional de prevención del Reclutamiento de niñas, niños y adolescentes, por parte de la delincuencia organizada, se debe hacer que funcione mejor, pero es necesario comenzar a corregir la política criminal, la política social y de atención a la niñez, afirman los especialistas.
Según me explicó Doria, esta conducta no está tipificada adecuadamente en el ámbito penal, pues podría ser equiparada a una de las modalidades de trata de personas y dependiendo del caso podría caer en corrupción de menores, que sería un delito del fuero común o alguna otra conducta vinculada con delincuencia organizada, pero las instituciones de seguridad y procuración de justicia, no tienen mapeado ni siquiera este fenómeno, sus sistemas no están interconectados y cuando llegan a detener a un menor infractor por alguna conducta, no logran o no se han decidido a identificar si es más una víctima de reclutamiento y utilización por parte de los grupos delictivos.
¿Cuántas veces nos hemos lamentado que los grupos criminales logren ser tan atractivos o seductores para las nuevas generaciones?, ¿cómo es que sus deslumbrantes desplantes surten efecto? ¿Por qué parecen llevar la delantera? Quizá algunas personas intuíamos la respuesta coincidiendo en una visión genérica de las carencias que viven y la desatención en la que se encuentran para ser cooptados, pero aquí el Observatorio Nacional Ciudadano ha presentado un panorama, un tanto más claro, señalando carencias y fallas sistemáticas que ojalá institucionalmente se dispongan a remediar. Sería infame ignorarlo.
Óscar Glenn
@OscarGlenn