Cultura

Homenaje al ser humano

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Este sábado nos invadió la nostalgia y la tristeza a quienes tuvimos oportunidad de conocer a Ramón de la Peña Manrique, cuando el Tec de Monterrey anunció el lamentable deceso de quien fuera rector del Campus Monterrey por 15 años y una trayectoria excepcional en otros cargos del ITESM.

Tuve el privilegio de conocerle cuando yo era estudiante del Tecnológico, a donde ingresé en 1985 a estudiar la carrera de comunicación en esa institución en la que fue designado rector del campus en 1986, a los 43 años, siempre amable y accesible con los alumnos, de quienes estuvo cerca y puedo constatarlo al haber convivido con él en mis actividades en las sociedades estudiantiles.

En 1988 fui presidente de la Sociedad de Alumnos de la carrera de comunicación (LCC) y en 1989 tuve el honor de ser presidente del Consejo Estudiantil de la Federación de Estudiantes (FEITESM) y por lo menos en un par de ocasiones el rector De la Peña nos invitó a comer a un restaurante de la localidad, lo cual da cuenta de su interés por saber lo que pensábamos sobre nuestra alma mater los líderes de los diferentes grupos estudiantiles.

En una ocasión frente a frente el rector, otros dos compañeros del consejo y el que escribe, dialogábamos del mundo que nos tocaría vivir a quienes iniciaríamos nuestras actividades productivas en la última década del siglo XX y recibiríamos el XXI en plena juventud.

Siempre se distinguió por sus pensamientos humanistas, haciéndonos ver que más allá de nuestros talentos profesionales y nuestras aptitudes, sería nuestra actitud ante la vida, los valores universales y el don de gente, lo que nos podría ayudar a tener una verdadera trascendencia, sin importar los aspectos materiales o la riqueza acumulada, lo cual pudiera ser sorprendente viniendo de quien tenía una de las posiciones más influyentes en una institución de educación superior con corte empresarial y capitalista.

Me tocó estar en varias conferencias en las que citaba su famosa fábula de las ocho monedas en las que explicaba que cada una representaba una década de nuestras vidas y nos invitaba a reflexionar cómo habíamos gastado las que ya pasaron, pero sobre todo, cómo habríamos de vivir las que nos quedaban y qué nos gustaría encontrar en casa al momento de enfrentarnos a la última moneda reservada para el ocaso de nuestra existencia y la jubilación de nuestras carreras productivas.

Sin importar cuántas monedas nos queden, decía, honremos el “carpe diem” para aprovechar el presente ante la fugacidad del tiempo y un futuro que llega más rápido de lo que suponemos.

Honrar el tiempo presente, vivir con calidad en todos los sentidos y predicar con acciones ejemplares, son los valores que mencionaba cuando nos decía que en los cementerios (citando a Steve Jobs) no nos reconocerían por la riqueza material acumulada sino por la trascendencia de nuestros actos.

La noticia de su partida me hizo valorar su trayectoria humana y lo que nos compartió en las aulas, al margen de las actividades de la vida pública y gubernamental en las que después gastó sus propias monedas.

Mientras leía las reseñas de su trayectoria y los abrazos solidarios a su familia ante su regreso a casa, estuve meditando sobre las famosas monedas, de cómo las hemos gastado, de cómo planeamos usar las que nos quedan y de cómo la vida nos ha dado la posibilidad de acompañar a otros en la planeación para utilizar las suyas.

Eso es lo que tratamos de hacer en este espacio editorial y en nuestra plataforma “La Alegría de Vivir en Plenitud” en redes digitales, en el consultorio privado y en los proyectos de prevención en los que participamos.

Sin importar en qué se hayan gastado las monedas pasadas, siempre hay una oportunidad de re-significar nuestras vidas para gastar las presentes y las próximas, de una mejor manera.

Por eso cuando nos preguntan por qué nos dedicamos, entre otras cosas, a trabajar en el campo de las adicciones, respondemos con orgullo y gratitud que es para devolverle a otros la moneda que en algún momento nosotros recibimos.

Recordé justo en esa época estudiantil, cuando siendo parte de los liderazgos de sociedades de alumnos, alguien de la Dirección de Asuntos Estudiantiles nos entrevistó en un esfuerzo que hacía el Tec para conocer de manera anónima si entre el estudiantado existía consumo de drogas y el incremento de posibles casos de alcoholismo.

Han pasado más de tres décadas de aquella entrevista y hoy la realidad es escalofriante cuando investigamos sobre el consumo de alcohol y drogas en universidades públicas y privadas, siendo una prioridad imperativa el tener que implementar programas de prevención y desarrollo humano.

Sin saber en ese entonces cuando era estudiante, que yo habría de vivir mi propia historia personal en estos temas, la cual puede conocerse en nuestro libro “La Alegría de Vivir, un viaje de las tinieblas a la luz”, hoy doy gracias porque desde mis años 30’s decidí gastar de una mejor forma mis monedas y, tiempo después, estudiaría un posgrado en Adicciones en el Centro de Estudios Superiores de Monte Fenix, con lo que hoy alterno en mi presente, viviendo con gozo e intensidad, ambas actividades de mi vida profesional: la de ser comunicólogo y adictólogo a la vez.

Gracias Ramón de la Peña por su legado que habrá de quedarse a pesar de su partida, trataremos de vivir con intensidad y calidad, las monedas que nos queden.

Omar Cervantes Rodríguez

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