Esta semana que celebramos una de las fechas más emotivas como sociedad, el día de las madres, dedico este artículo a todas aquellas que creen que hicieron algo mal o fallaron en la crianza de los hijos.
Sin duda alguna, una de las ilusiones de toda madre es criar mujeres y hombres de bien, sanos, productivos e íntegros, por lo que pasan su vida haciéndolo como cada una va entendiéndole, porque como se dice comúnmente, no existen manuales para ello.
Meses antes de que mi madre falleciera, en la última plática que tuvimos en persona, en unas vacaciones decembrinas, como si ella comenzara su despedida terrenal, me comentó de sus frustraciones y enojos.
Ella era una mujer sabia, prudente, discreta y muy observadora. Los últimos años de su vida los pasó tratándose de adaptar a las secuelas de un evento cerebro vascular que le cambió la existencia y que la hizo más callada que de costumbre.
Recuerdo su mirada nostálgica y taciturna, de la que de pronto rompió el silencio con relación a mí, el segundo de sus tres hijos. “¿En qué me equivoqué?”, me preguntaba refiriéndose a mi alcoholismo y a mi rebeldía, a pesar de que en el momento de la charla yo tenía casi 19 años sin beber, por la gracia de Dios.
Ahí comprendí que mi madre, como seguramente todas las madres del mundo, se mimetizan con la vida de sus hijos a tal grado que sus fallas, sus tropiezos, fracasos o caídas, los hacen su responsabilidad.
Sereno y un poco asombrado respondí como poniéndome en paz con ella y con la vida. “Tú no fallaste en nada, has sido la mejor madre que pude haber tenido e hiciste lo mejor que pudiste con las herramientas que tenías a la mano, en cambio cada uno de mis errores y decisiones son responsabilidad mías”.
Este año María de Lourdes Rodríguez cumple 6 años de no estar físicamente con nosotros y cada que recuerdo esa conversación de diciembre de 2016, pienso en todas aquellas madres que han tenido que vivir el dolor de un hijo alcohólico, adicto, enfermo o simplemente, diferente a lo que ellas hubieran deseado.
A todas ellas hoy quiero decirles que la adicción, el alcoholismo es una enfermedad multicausal y que es completamente injusto atribuírsela a una madre o a la crianza del hogar.
No podemos negar que sí hay factores familiares que pueden ser un riesgo para la enfermedad, pero son muchas más las variables para desarrollarla.
Por ello cada vez que tengo oportunidad, en conferencias o en sesiones de orientación, lo primero que hago es pedirle a las madres (y a los padres) dejar las culpas de lado y concentrarnos en cómo salir adelante de la enfermedad, además de explicarles sus causas, sus características y las posibles forma de tratamiento.
Supongo y creo desde el fondo de mi corazón que ninguna madre desea ver sufrir a su hija o a su hijo.
Por ello, este 10 de mayo, regalemos paz y plenitud.
En el caso de la desafortunada presencia de una adicción, démosle a las mamás de los adictos la posibilidad de ayudarles en realidad comenzando por hacerse responsable cada quien de lo que le toca e o informándose de las posibles rutas de rehabilitación, sin codependencia ni chantajes emocionales.
¡Feliz día de las madres!