Uno de los aspectos colaterales de trabajar con jóvenes en el consultorio es el de conocer mejor a las nuevas generaciones, así como las condiciones que parecen comunes, para poder entender el contexto de cada una de sus situaciones.
En los últimos años, quizás en el último lustro, de la pandemia a la actualidad, cada vez es más recurrente conocer casos de jóvenes que refieren estar desmotivados y con vacíos que no pueden llenar con nada.
Sabemos por estudios sociológicos y psicológicos que la pandemia y el aislamiento social que se vivió por largos periodos afectó a la población en general y, particularmente a los adolescentes en edad escolar que cursaron prácticamente dos años a distancia con todo lo que ello significó.
También conocemos hipótesis del mundo generacional que atribuye ciertas condiciones de similitud a sectores contemporáneos de la población.
Dentro de estos análisis se le conceden ciertas similitudes afectivas y emocionales a las generaciones Y (millennials) y a la Z (centennials) particularmente a los nacidos entre 1995 y 2010, que actualmente tienen entre 15 y 30 años.
Los millennials nacieron en pleno desarrollo de la tecnología y la internet, mientras que los centennials llegaron al mundo digitalizado donde las redes sociales y la tecnología revolucionada son su distintivo.
Algunos estudios establecen que entre sus desafíos están la presión por la apariencia, la comparación constante con otros en las redes sociales y la presión por el éxito, que puede generar sentimientos de ansiedad y presión, así como una necesidad de aprobación y una competencia digital de tener más seguidores que relaciones verdaderas. Sus mundos giran en torno a la virtualidad de las redes sociales y suelen perder sentido de realidad.
Dentro de estos factores, además de algunas características disfuncionales en las relaciones al interior de la familia, la pérdida de los valores universales tradicionales y el sentido de algún tipo de fe, estos jóvenes comienzan a padecer depresión, ansiedad y trastornos de la personalidad que incluyen la falta de motivación y la lucha por un vacío existencial cada vez mayor.
Por supuesto también son factores que influyen en el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, así como el desarrollo de adicciones conductuales.
Como padres, abuelos, instituciones, medios de comunicación y estudiosos de la salud mental tenemos mucho que comprender, analizar y resolver para ayudar a que estas generaciones encuentren la motivación en sus vidas.