Porque a padre había que recordarle, desde el inicio de los tiempos que las hijas no se violan, no se venden, no se castigan en las sombras; padre hay que recordarle en la continuidad del tiempo, que los hijos calzan, comen, ríen con mucho más que doscientos pesos a la semana.
Porque padre se vuelve aquél, que, en la gran casi inmensa mayoría de los casos es presionado por una mujer en su vida que lo forza a simular serlo.
Solo hay madre porque madre sabe bien como bajar a los infiernos, atravesar bosques encantados y preparar brebajes aberrantes con tal de recuperar a un hijo, iluminarle el camino y esconderlo de aquél a quien insisten en llamar padre.
Solo hay madre porque es ella quien descubre qué parte de la piel vender para que el hijo no duerma con el estómago vacío, la que sabe cuándo hay que vacunar y cuanto hay que pagar para las terapias y las escuelas.
Porque padre podrá ser tu hermano, tu esposo y el hombre de las fotos en tu casa, pero una madre le dijo cómo cada vez y a esa madre nadie le dijo, ella tuvo que aprender, y no por amor o romanticismo sensiblero, sino porque, mamífera, debía hacerlos sobrevivir a ambos.
Solo hay madre, aunque sea diosa inalcanzable, medio gris, medio luminosa, sangrienta, sádica y medio loca de agotamiento.
Solo hay madre, una que intentó mil veces sin que nadie que le dijera cómo, qué o porqué.
Porque el padre ahí está, esperando instrucciones y siendo forzado a desviar su rayo castigador por la madre, que te recoge de entre sus pies y te protege siempre, lo mejor que puede.
Es por eso que las mamás compran un aceite más chico, un solo sobre de sopa y toman en su lugar un huevito Kínder para dárselo al hijo después de la escuela, por eso que contabilizan las galletas para que alcancen para la siguiente quincena.
Dosifican el placer que saben que mereces, para que no vaya a hacerte falta, cuando sólo hay madre.
Eso, mientras que la ley debe obligar a padre a dar una miseria para mantener a su hijo en una miseria aun peor: la de aquel que debe amar a quien no teme matarlo de hambre Qué fácil es ser madre, porque nace del cuerpo entero.
¿Pero quién nos ayuda a colocarlo todo en su lugar de nuevo?
Nos ponemos como ofrenda, con divino amor y sagrada defensa, por eso MADRE ES y padre no existe, al menos en el plano terrenal y útil.
Padre existe en las alturas inaccesibles del buen proveedor con el inmenso egoísmo de llegar a casa y desaparecer para sus hijos y su espacio.
Padre existe en las alturas, como el Dios tirano, violador y devorador de hijos. Padre existe envuelto en fango, en modo agresivo, maltratador y angustiosamente violento.
Y también existe Padre, en la boca de las Madres que para proteger y arropar a sus hijos callan las muchas violencias y omisiones de alimentos y decencia, o en las palabras de alabanza hacia aquel que nunca está, en las justificaciones y la idealización que quieren crear para darle una figura de barro a los hijos para adorar.
Todas las madres sabemos la verdad.
A las madres se nos exige ser. Nos exigimos ser.
Estamos aquí para crear criar un ser, y padre, padre no existe, son las mamás.