Cuando leía frases como "no hay un solo día que no piense en él/ella", refiriéndose a una persona que falleció, siempre pensaba que era alguna licencia poética, alguna atribución exagerada del dolor.
Desde que mamá no está entendí que esa frase no sólo es literal, sino que se queda corta, cortísima, para los que transitamos una pérdida.
En cada libro que leo, está la ausencia, en cada cosa que escribo, la imposibilidad de compartirlo.
En cada chisme con el marido, en cada risa, en cada momento compartido con personas en común está el retazo de la conversación que nunca podré tener con ella al respecto.
Me he dado cuenta que en esto del duelo el enojo se lleva el estelar, porque aún no entiendo cómo a una mujer le puede tocar vivir y defenderse de todas las violencias posibles en un mismo ciclo de vida.
Mi madre siempre fue sobreviviente. Superó la violencia económica, psicológica, física, sexual, patrimonial.
La violencia del Estado, la institucional, transitó dentro del violento sistema de salud público, resistiendo, hasta que finalmente las diosas nos escucharon y vinieron por ella.
Antes de su enfermedad sobrevivió al abuso, la soledad, los sueños que se quedaron empeñados mientras criaba niños que no deseaba.
Al amor romántico violento en todas sus formas, al abandono de quienes podían y, quizás, tenían que ayudarla.
Sobrevivió a sí misma, a lo poco que se consideraba capaz, a enterrar sus sueños, considerándolos incompatibles con la vida.
Pero lo hizo, lo logró. Consiguió reconciliarse con sus elecciones y sus consecuencias, soltó lo más que pudo la culpa y vivió, tratando todos los días de ponerse en primer término.
Siempre voy a sentir que todo lo vivido previo a su enfermedad debió haberle "comprado" un pase libre de gozo y bienestar, pero no fue así. Y eso enoja.
Aún así, decidí enfocar mis energías en transmitir su legado. Ser famosa siempre fue algo que mi madre deseó.
Por eso era escandalosa, caía gorda y no buscaba agradar a nadie. Tenía claro que era una diva.
Y como su hija y amiga me resulta reconfortante que las palabras de la diva no mueran con ella.