Sociedad

Háganme enojar

  • Criando Consciencia
  • Háganme enojar
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Háganme enojar, les digo cada vez que me siento frente a la computadora a escribir.

Háganme enojar, que es la rabia la que rezuma tinta y el odio el que saca palabras como balazos, de la punta de los dedos, de las gargantas desagarradas, de los pies que no se cansan y solo se detienen frente a sus vallas.

Háganme enojar, porque estar rabiosa requiere una cantidad de energía mucho más grande que la profunda tristeza y desesperanza que a veces siento, cuando veo los titulares en el periódico, cuando leo en los grupos de mujeres una y otra vez, los anónimos de aquellas que quieren irse, pero no pueden.

El lamento hoy va por Astrid y por Dante, una pequeña familia que sí se había alejado del violento y vivían tranquilos y en paz lejos de él. 

Pero el violento, al no querer hacerse cargo de sus responsabilidades económicas ingreso al domicilio de Astrid y los mato a puñaladas. 

Luego, le prendió fuego a la casa y cuando fue a entregarse a un hospital (porque iba herido de las manos, todo indica que Astrid trató de defenderse a ella y a su pequeño), alegó sufrir de esquizofrenia, por lo que tememos use ese recurso legal para reducir su condena que, de por sí, bajo las leyes patriarcales desactualizadas, seguramente no será equivalente al daño causado.

¿Además, como se repara semejante daño? ¿Cómo, las mujeres que luchamos por pensiones justas y dignas, les seguimos pidiendo a otras que pongan su denuncia, que exijan la pensión, si aún lejos, los tipos se las arreglan para destrozarle la vida a su propia sangre? 

¿Cómo vamos a dejar de tener miedo, cuando el miedo anda a dos piernas, tiene dos manos y nuestros hijos le dicen “papá”?

En este estado de no derecho, en donde a las mujeres las matan en sus propias casas, violan a las niñas en sus propias camas, y los hombres que juraron protegerlas son quienes tienen las manos llenas de sangre y sueños y alegrías rotas, ¿Cómo nos protegemos?

Nos vamos, nos encuentran. Nos quedamos…hasta que nos matan. Parece algo que no podremos ganar, ellos y su aparato de impunidad y muerte están en todos lados.

Quise sentir rabia, pero estoy muy cansada. Hoy, tristemente, me siento agotada. 

La garganta me arde de gritar nombres, el cuerpo me duele de recordar heridas, el alma me pesa de sentir que el mundo nunca será un lugar seguro para una madre autónoma y su pequeño hijo que buscaban una pensión digna y justa. 

No lo será tampoco para la esposa de un matrimonio tranquilo de treinta años que un día descubre que lleva diez años siendo violada por su esposo y otros hombres que su esposo contacta. 

No lo será. No por el momento, no hasta que nos sacudamos la tristeza y nos alcemos en rabia y fuego.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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