No voy a romantizar la figura de padre en torno a un día nacional de festejo, en el que más de la mitad de las familias de mi país tendrán que pasarse el día tratando de llenar espacios que están dolorosamente notorios, al menos ese día.
Lo que sí voy a hacer es sincerarme al respecto. Mi opinión es impopular, por supuesto.
En la gran mayoría de los casos, nuestros hijos tienen el padre que nosotras logramos proveerles, el padre a quien nosotras presionamos para que deposite la pensión o le llame una vez por semana.
El padre a quien le prohibidos encender la tele para que juegue con sus hijos en su tiempo libre, él padre ante el cual nos ponemos de barrera frente a su nula inteligencia emocional y tendencia a pérdida de control de la ira mientras nuestros hijos crecen.
Y si, yo sé cómo se lee esto. "No todos son así".
No, no todos. Y tampoco los culpo, al igual que las madres, los padres son sólo aquello que pueden ser, lo cual en la sociedad patriarcal que vivimos es muy limitado y anteriormente se sujetó al papel de proveedor.
Y es por eso que las mujeres al momento de parir y decidir que nuestro hijo tendrá lo mejor que podamos darle decidimos también que debemos reeducar a nuestro compañero para que logre ser un padre decente, un padre del que no tengamos que proteger los recuerdos de nuestros hijos.
Y entonces las mujeres nos encontramos criando padres. En una paradoja absoluta, porque muy pocos agarran el vuelo solos.
La mayoría, cuando los dejas a su aire vuelven a su papel de receptores de cuidados en vez de cuidadores y nuestros hijos se quedan sin padre después de todos nuestros esfuerzos.
Yo quiero decirles que sé lo que es estar en esa situación y aunque agradezco los pequeños cambios y esfuerzos de mi compañero y padre de mis hijos, sé bien que el mérito no es enteramente suyo.
Sé que el agotamiento que cargo deviene de criar hijos y criar padres.
Sé que sería todo más fácil si ellos, como nosotras, de repente entendieran que deben ser lo mejor puedan ser para sus hijos. Y lo accionaran, eso sería genial.
No es así, y sinceramente es una situación que arrastra a las madres agotadas a una experiencia de soledad y carga indescriptible y hoy, a las maternidades autónomas, a las que tienen al padre de sus hijos a un lado, a quienes llevan custodia compartida, a quienes se proclaman orgullosas padre y madre las quiero abrazar.
Y les quiero decir que tienen derecho a hacer lo que se les dé la gana para el bienestar de sus hijos con este día.
Y lo digo porque a veces nos hacen sentir solas, hipócritas y poco feministas, pero vaya, somos mujeres tratando de encajar paternidades en la vida de nuestros hijos de la mejor manera posible y nos merecemos algún respiro por ello, ¿no?
Ya mucho hacemos quienes mantenemos solas a nuestros hijos, quienes consolamos después de un plantón del flamante padre, quienes recibimos comentarios insidiosos sobre lo mal que elegimos para procrear.
Si queremos celebrar, sabiendo como sabemos que la paternidad que nuestros hijos disfrutan se debe a nuestro trabajo detrás de, vamos a hacerlo. Si queremos ignorar este día vamos a hacerlo.
Si vamos a agradecer por el uno en un millón que no olvida las vacunas y agenda visitas al dentista sin que se lo indiquen, vamos a hacerlo.
Si queremos celebrarnos a nosotras mismas, vamos a hacerlo.
Suficiente cargamos ya las madres como para que nos digan que debemos o no hacer ante los diversos días marcados en el calendario.
