Sociedad

Cuando parí un tigre

  • Criando Consciencia
  • Cuando parí un tigre
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Juré que no volvería a pisar un hospital nunca, no después de que me dejaran trece horas sin comer, a mí, la niña siempre hambrienta.

Recuerdo llorar de hambre y sed. Recuerdo la violencia de sus tres cuerpos sobre mi vientre para forzar a la placenta a desprenderse de su hogar. 

Recuerdo la separación de mi primogénito y el horrible miedo de no volver a verlo nunca más.

Recuerdo todo eso como si fuera ayer y por eso decidí parir al tigre en la cueva. 

En mi casa, acompañándome de su hermano, su padre y una partera de manos suaves y cálidas.

Fue un día como hoy hace ya ocho años, en que desperté a la 1:30 de la madrugada, después de un sueño agotado y un poco adolorido. 

Bajo el agua caliente, el bebé salió y tocó desenredar cordón. Una vez y otra. 

Toco sentarme con el mundo en brazos por segunda vez, mientras buscábamos escuchar el grito que anunciaba la vida.

El tigre creció, para dormir necesitaba el rebozo y el movimiento, andaba todas las noches con el cachorro en brazos y al pecho, de un lado a otro de ese pequeño departamento en donde mis hijos vieron la luz del mundo por primera vez.

Hoy el tigre es un tigre de ocho años, no actúa como felino gigante, más bien como un capibara.

Tranquilo, amable, sumamente generoso, al punto de preocuparme su exposición a otras personas que se aprovechen de sus ganas infinitas de dar a otros.

Por primera vez me doy cuenta lo mucho que se derriten los años en el desierto, cómo un día sostienes un bebe sobre el pezón adolorido mientras con la otra mano poner a hervir un espagueti para su hermano mayor y hoy tienes que despejar un cuarto porque ya tendrás un hijo durmiendo lejos de sus hermanos y el otro pide de regalo dinero para juntar para sus cartas Pokémon.

La primera infancia de mis pequeños ya pasó, la vida crece entre cuatro paredes y no para, no se detiene, se desborda. Ya no hay paredes pintadas, ahora hay esculturas elaboradas. 

Ya no hay lo que solía haber y eso es perfecto. No puedo esperar a descubrir quienes serán estos hombres que estoy criando. 

¿Serán tan amables como les estoy mostrando? ¿Sabrán que mientras se hacen tres quesadillas en el comal ellos deben lavar unos platos o hacer algo útil? ¿Podrán visitar a su madre con alegría y gratitud, sin dolores profundos como los míos?

Nahuel apago su velita del pastel hoy, ocho años de presencia en el mundo, ocho años de ronronearle a todos los que conoce, ocho años de fuerza, de posibilidades, de esencia que se ejerce con firmeza. 

Feliz cumpleaños.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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