Esta semana conmemoramos el aniversario del sufragio femenino, que data de 1953. Pero en realidad, en esa fecha, solo alcanzamos la mitad de dicho derecho: pudimos votar, pero tuvieron que pasar décadas para poder ser votadas. Hubo excepciones, pero nuestra llegada a las esferas públicas en una proporción equivalente a nuestra presencia en la sociedad, apenas se da ahora. Y el denominado techo de cristal, ese que no se ve, pero que sin duda nos limita, si acaso se ha recorrido, pero no desaparecido. Llegamos a los puestos, pero no al poder, al que cuidadosamente migraron a nuevos espacios a los que no hayamos accedido. Y aquí estamos, tratando de tomar lo que es nuestro, siempre con forcejeos, nunca con la naturalidad de quien recibe lo que merece. Por eso es que, ya en varias ocasiones, he insistido en la importancia de entender estas circunstancias para no evaluar de manera injusta el desempeño de las mujeres políticas.
Pero leo lo que le pasó a Angélica en la sierra de Guerrero y trato de hilar conceptos que no tendrían por qué caber en una misma frase: “El suegro de la menor abusó sexualmente de ella para exigir la devolución de los 120 mil pesos por los que su padre se la vendió. La policía lo ayudó para encarcelarla”. ¿En qué mundo suegro, abuso sexual, venta por parte de los padres encajan con la palabra “menor”? Me llena de rabia y no puedo sino decir: diputadas, senadoras, legisladoras locales, hoy son la mitad en todo el país, no tenemos tiempo para esperar a que sus condiciones en las Cámaras sean las ideales, les van a faltar recursos, no van a estar en las comisiones, las van a querer apabullar... pero eso nunca nos ha detenido. Hay una agenda urgente que cumplir, hay niñas que son vendidas y ultrajadas en ese país cuya representación ustedes tienen. No salgan de allí sin que esto cambie, costó mucho llegar, no podemos desperdiciar la ocasión singular de que al igual que afuera, dentro de las Cámaras, somos la mitad.
No hay siglas que las puedan amparar de la obligación de colaborar en nuestra tarea común de allegarles a todas las mujeres de este país, niñas, indígenas, afromexicanas, en cada municipio, la oportunidad de gozar de sus derechos.
Miriam Hinojosa Dieck