Donald Trump no improvisaba al señalar que su contrincante demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton, carecía de la “stamina” necesaria para el cargo. Dicho concepto podría traducirse como resistencia, vigor o, más coloquialmente, “aguante”. Al poner ese asunto sobre la mesa, el entonces candidato apuntaba a despertar en el imaginario colectivo temores vinculados con la edad y el género de la señora Clinton.
Los estereotipos nos dejan muy mal servidas a las mujeres cuando del ejercicio del poder se trata. La autoridad es un atributo masculinizado y masculinizante. Pareciera que mandar es propio de los hombres y que cuando dicha acción la realiza una mujer, puede estar o neceando o siendo entretenida por algún varón que le hace creer que tiene poder sin que así sea. Y cuando alguna funcionaria opta por hacerse escuchar, no es raro que se le etiquete de “machorra” buscando con este adjetivo implicar que tiene un actuar de hombre, a pesar de no ser ese su género.
En esto pensaba durante la comparecencia de Sánchez Cordero ante el Senado como parte de la glosa al Informe presidencial. Se le cuestionó acerca del “peso” actual de la Secretaría de Gobernación, cuando las funciones ligadas a la seguridad han sido migradas a otra instancia. Estos cuestionamientos buscan generar una percepción de una Segob disminuida, casualmente justo cuando por primera vez tiene una mujer al frente.
Nada más alejado de la realidad: “Stamina” es un término que acompaña perfectamente la actitud que despliega en su trato la secretaria. Su entrada a un recinto se siente, su actitud es firme y su aplomo solo se adquiere con una trayectoria como la suya. En cuanto a sus funciones, la tensión entre Derechos Humanos y crisis migratoria y de refugiados, en el marco de la atención que genera en el mundo el actual gobierno para poner a prueba la viabilidad de las izquierdas, deja bien claro que Gobernación sigue siendo el despacho más importante en el país.
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