Las relaciones causales son de lo más difícil de probar. El que dos fenómenos ocurran de forma simultánea, incluso que tengan altibajos semejantes, de ninguna manera garantiza que uno provoque el otro. Tampoco son reales presuntas causalidades que nuestros prejuicios intuyen como ciertas. Por ejemplo, para aseverar que conforme ha aumentado el número de inmigrantes avecindados en el estado, ha crecido el número de delitos, por lo que lo primero causa lo segundo, tendríamos que verificar efectivamente el origen de quienes han sido debidamente juzgados culpables de delinquir.
Por eso son preocupantes las declaraciones de nuestro secretario de Seguridad que, reuniendo en una misma entrevista el tema de feminicidios y el de la participación femenina en el crimen organizado, pretende sembrar la inferencia de que es ese vínculo de mujeres con la delincuencia el que provoca que las asesinen. Pero no señala evidencia al respecto, con lo que lo único que consigue es, de entrada, revictimizar a estas mujeres volviendo su muerte violenta un indicio de sus vínculos con la ilegalidad, con lo que además vulnera a sus deudos que tienen que vivir con los señalamientos de que su pérdida se debe a posibles vínculos criminales de su madre, hija, hermana o amiga. Despierta, asimismo, entre la sociedad, la idea de que esos asesinatos, aunque sean dolosos, eran merecidos; por lo que la acción de la justicia pierde presión toda vez que los feminicidios se convierten en una nueva versión de la lacerante indiferencia que tanto daño nos causó cuando alzábamos los hombros y decíamos “que se maten entre ellos”, desentendiéndonos de las muertes vinculadas al tráfico de estupefacientes. Pero sobre todo inyecta misoginia en una ciudadanía que apenas inicia su camino hacia la cura de este flagelo.
Mal por donde se les quiera ver, las declaraciones de Aldo Fasci requieren ser precisadas o, en su caso, retiradas.
Politóloga* [email protected]