Eso que llamamos precampañas y que vinieron precedidas por una etapa sin sustento en la legislación electoral, pero pletórica de arengas, críticas y descalificaciones con claras alusiones a la jornada del 2 de junio; el proceso de polarización que se ha gestado desde las más altas tribunas de la República; la inseguridad que nos invade en el sentido tanto literal como metafórico del término, han llenado el espacio de una intensa niebla que impide situarnos políticamente, definir agenda, abrazar causas, sin que hasta el más mínimo gesto sea escudriñado para convertirnos en un elemento más de la confrontación.
Y en ese escenario llega Benito y se convierte en el sol del frío enero. Genera unanimidad en una sociedad dividida. Desnuda a las autoridades de los estados y de la Federación. Y nos entrega, sobre todo, la confirmación de que cuando queremos, podemos transformar las cosas.
Me permito contarle, en el improbable caso de que usted no esté enterado, que Benito es una jirafa macho que había sido trasladada de un parque en Sinaloa a uno en Ciudad Juárez. Llegó a tomar el lugar de otro ejemplar macho de su especie que por 20 años se exhibió –en el sentido más descarnado del término— en dicho espacio. Su predecesor, Modesto, padeció las pobres condiciones en las que se le tenía recluido y que se exacerbaban por el clima extremo, al punto que llegó a perder, a causa del frío, sus orejas y su cola.
Fruto del esfuerzo de ambientalistas que no querían que Benito corriera la misma suerte, se inició una intensa campaña en redes sociales que tomó tiempo, pero logró exhibir la incapacidad de las autoridades federales a cargo de la fauna silvestre, así como de las locales, a cargo de garantizar condiciones adecuadas para el animal y que se saldó con el traslado del gigantesco herbívoro a las instalaciones de un santuario en Puebla, donde tendrá mejor clima, mayor libertad y compañeros de su misma especie.
En el tóxico ambiente nacional, el viaje de Benito nos recuerda que somos capaces de exigir cuentas a las autoridades, señalar sus errores y transformar situaciones inaceptables. El país debe tener un periplo como el de Benito.
