La última vez que una reina de Holanda nos visitó fue en 2009. Vino acompañada de su hijo, Guillermo de Orange, hoy rey de los Países Bajos. En aquella ocasión su señora madre tuvo que escuchar estupefacta la frase con la que su retoño remató un discurso hasta ese punto lleno de vaguedades protocolarias: “Camarón que se duerme, se lo lleva la chingada”. Gocé en aquella ocasión con la pregunta lanzada por el inolvidable Germán Dehesa respecto a cómo los encargados de la traducción simultánea habrían resuelto el asunto de hacerle comprender a la soberana el peso de las palabras que su blondo y royal engendro profirió.
Ayer la reina de Holanda nos visitó de nuevo, encarnada esta vez por Máxima, esposa del inefable Guillermo. Resulta que la llevaron al Foro Internacional de Inclusión Financiera que sería aprovechado por la Presidencia de la República para dar a conocer su política en esta materia.
Celebro que el Gabinete de Peña Nieto hable en términos de políticas públicas con mayor precisión de la que solían tener nuestros gobiernos. Hoy ya no la equiparan a un simple programa o proyecto, sino que entienden que, en tanto que solución propuesta a un problema público, tiene que ser todo un entramado de acciones y decisiones, al que además se le asigne presupuesto.
Celebro también las siempre pertinentes palabras del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, que suelen incluir un llamado urgente a aterrizar en la realidad: en este caso recordando a los presentes –y a quienes quieran escucharlo– que los más pobres, al estar ajenos al sistema bancario, son quienes más padecen la inflación al no contar con estos mecanismos financieros que permitan al menos paliar la caída en el poder adquisitivo de nuestra moneda.
Por lo demás, lástima que Máxima no nos recetó la claridosa recomendación que su señor marido nos hiciera hace alrededor de siete años, parece que se nos está olvidando.
