Todavía huele a rico pan de muerto,
por lo que calaveras podemos escribir en el desierto.
Y es que con estas coplas que en la Sultana me aviento,
podemos echar relajo y aliviar el desconcierto.
Samuel llegó fresquecito a reinar en el palacio,
de naranja y muy bonito se iba pintando su espacio.
No imaginaba el ingrato lo que el destino albergaba,
porque la parca abusada desde su lugar lo acechaba.
Llegó primero el problema, que parecía superado,
era la falta de agua, que lo agarró casi casi encampañado.
La bronca que El Bronco heredaba no era poca,
como escasa sí era el agua que nos quedaba.
Ni sudar el góber podía,
así de bárbara estaba la sequía.
Y empezaron los cortones
en medio de los calorones.
La Flaca reía sin parar,
sabía que nadie puede a secas gobernar.
Pero el trabajo no estaba terminado,
había que seguir lo que se había propuesto,
por lo que sin dudarlo ni un poco se trajo un muerto de repuesto.
Si con el agua Samuel no resbaló,
lo de tener a Adrián como fiscal ahora sí que lo mató.
La muerte muy satisfecha festeja su peripecia,
bailando danzón entre el Carmen y Dolores se le aprecia.
Una selfie piden al góber, que se siente bien contento,
no es cuestión de despreciar a quien lo quiere de cierto.
Pero la historia aquí no acaba, una carrera política,
quiere arrancar desde adentro de la tumba fría,
porque él no se da por muerto.
Se está planteando la grande aún contra el heredero,
lo dice en redes sociales y lo publica sincero.
La muerte desesperada, llama al hombre primero,
“¡Que venga a sosegarlo Adán, que ése sí es el mero mero!”.
Miriam Hinojosa Dieck
Politóloga* [email protected]