“Cuando comprendes que toda opinión es una visión cargada de historia personal, empezarás a comprender que todo juicio es una confesión”.
-Nikola Tesla
Acaba de empezar el año y con él nuestros propósitos de mejorar algunos aspectos de nuestra vida: dejar de fumar, hacer ejercicio, bajar de peso, etcétera.
Pocas son las personas que mantienen sus propósitos durante varios meses, según diversas investigaciones.
Los propósitos de Año Nuevo suelen plantear un cambio en el estilo de vida, lo que también implica modificar un comportamiento que se ha vuelto habitual, algunas veces —incluso— tóxico.
Uno de estos comportamientos sería hacer juicios a la ligera. Cuando juzgamos a alguien decimos más de nosotros mismos que de quien hablamos. De tal modo que vertimos dulzura o veneno en nuestros comentarios.
Los señalamientos pueden ser, en ocasiones, tan hirientes que es difícil sanar esa herida.
Hagamos el propósito de dejar de hacer juicios o prejuicios y liberémonos de esa pesada carga; que no necesitemos señalar a otro para sentirnos bien con nosotros mismos, pues como apunta David Fishman: “El tamaño del ego de una persona se puede medir en la forma que maneja los errores que cometen los demás”.
No juzgar y no poner adjetivos como: bueno o malo, superior o inferior y aceptar que las personas simplemente son nos permite a nosotros mismos ser.
Sócrates tenía un método basado en tres preguntas para librarse de los comentarios insidiosos: lo que vas a decir ¿es cierto?, ¿es bueno?, ¿es útil?
Si nos enfocamos en el exterior difícilmente podremos ver con claridad hacia el interior de nosotros mismos, que es lo único que podemos modificar.
Apelemos a la bondad e indulgencia no solo con los demás, sino con nosotros mismos; cambiemos la mirada inquisitiva por una amorosa, pues es con los mismos ojos que vemos nuestro reflejo.
“Si de veras llegásemos a comprender, ya no podríamos juzgar” -André Malraux.
Miriam Colín