Cultura

Retrato de Elena Garro


Paseo de la Reforma. Elena Poniatowska. Fondo de Cultura Económica. México, 2020.


Dentro de la colección 21 para el 21 del Fondo de Cultura Económica, ediciones con las que se lleva a cabo una campaña en favor de la promoción de la lectura, hay siete escritoras incluidas. Inés Arredondo con Río subterráneo; Rosario Castellanos con Balún Canán; Muerte en el bosque de Amparo Dávila; Tiene la noche un árbol de Guadalupe Dueñas; Y Matarazo no llamó… de Elena Garro; El libro vacío de Josefina Vicens y Paseo de la Reforma de Elena Poniatowska, novela que cumple veinticinco años de haber sido publicada. Se trata de narradoras con una calidad indiscutible, a quienes siempre es grato volver a través de la relectura. Hubiera sido un verdadero deleite añadir en los 21 a Esther Seligson con Todo aquí es polvo.

Paseo de la Reforma es una novela basada en personajes de la vida cultural de México. El protagonista de la historia es Ashby Egbert, un fifí —definido por la autora como roto, catrín, niño bien— tiene la vida resuelta, pero inesperadamente adquirirá otra visión de la época que le toca vivir. Por ayudar a su nana, sube a la azotea y sufre una desgracia en medio de la lluvia y un cable de luz. Ashby va a dar al hospital Obrero, de asistencia social, y ahí en la sala especializada para pacientes con quemaduras graves en la piel, conocerá la ternura, la compañía, la solidaridad de tener nuevos amigos en medio del dolor. Ese accidente hace que vea el México diverso, con distintos rostros ajenos a una vida llena de comodidades a la que está acostumbrado. También empieza a mirar de una manera diferente a la Ciudad de México y logra ver más allá del Paseo de la Reforma, zona en donde reside: va del asombro a la emoción, del hallazgo a la asimilación de la diversidad, como si él fuera un turista en su propia ciudad y que hasta ahora no contaba con esa capacidad de percepción: “La calle olía a cebolla, a fritanga, era tan familiar que los pájaros esperaban sus migajas en el suelo como si fueran perros”.

Egbert quiere marcar una diferencia entre su educación clasista y lo que ahora puede ver. Le interesa la cultura, el arte, en especial, la literatura. Siente la necesidad de leer y de escribir como nunca antes en su vida, pero lo que más lo motiva es conocer a gente relacionada en esos ámbitos. Cada sábado su casa se convierte en un lugar donde llegan personajes de la cultura, beben, cenan y dialogan acaloradamente sobre temas relacionados con las humanidades y la sociedad. La esposa de Egbert, Nora, es una mujer que en un inicio estaba interesada en escribir poesía, pero ya no: le da lo mismo el arte que aprender a bordar, lo importante para ella es relacionarse con gente de dinero. En realidad, el protagonista está aburrido de la actitud trivial de Nora y no lo dice. Su semblante cambia cuando llega el sábado y recibe a sus invitados. “La poesía es un mundo por nombrar, desapareció para Nora y de su boca ya no salían pájaros”, refiere Ashby con pesadumbre.

Los convidados a la tertulia no siempre son los mismos, las presencias varían, se suman nuevos personajes, como es el caso de Amaya Chacel, una rubia activista dedicada a luchar en favor de los derechos de los indígenas y personas de bajos recursos. Ashby siente una fuerte atracción por Amaya. Le fascina que ella no muestra tener miedo, su manera suave de conversar y que cuando llega a la reunión sabatina parece que el tiempo se paraliza y todos la miran entusiasmados. Amaya no suele rivalizar con las mujeres, al contrario, busca forjar un vínculo armonioso de complicidad, quizá si optara por una actitud arrogante ellas serían las primeras en rechazarla.

La historia es sencilla, exhibe el México de los años cincuenta, en donde es posible distinguir a Juan Soriano, Joaquín Diez-Canedo y Aurora, Octavio Barreda y Carmen Marín, Francisco Giner de los Ríos, Rosario Castellanos, los hermanos Gutierre y Caletto Tibón, Alberto Gironella y Bambi, Max Aub y Pegua, José Luis Cuevas, Salvador Elizondo, entre otros. “México, país de brazos abiertos, después de dar posada a los desterrados españoles, recibía a chilenos, a argentinos, a uruguayos notables. Llegaban con su exilio a cuestas y encontraban consuelo en la hospitalaria casa de los Egbert”. En cierta forma, la novela es un preámbulo para otros libros de Poniatowska que retratan de manera puntual el mosaico cultural de nuestro país, como lo hace en Leonora, Dos veces única y Juan Soriano, el niño de mil años.

¿Quién si no Elena Poniatowska para tomarle el pulso al espacio cultural y devolverlo en un cuadro narrativo aderezado con la crónica y la capacidad de incluir a múltiples rostros de ese México variopinto? Elena reconoció que el personaje de Ashby está inspirado en el cineasta Archibaldo Burns, y Carlos Monsiváis en cierta ocasión identificó que Amaya Chacel era muy parecida a Elena Garro.

“Ustedes son los encubridores, qué digo, los autores de la corrupción estructural de este pobre país. Ustedes sobornan, falsifican, humillan, tuercen las leyes, silencian, ocultan, matan. El PRI y el gobierno son la cuerda del ahorcado con la que ustedes asfixian a los mexicanos”, suelta Chacel indignada porque no se respeta el derecho a la tierra de los pobladores indígenas.

Elena Poniatowska es una moderna Sherezada que cuenta un cuento tras otro no para salvarse ella misma —o también, aunque no sea ese su fin último— sino para salvar a los demás.

*Estas ediciones no están a la venta. Se pueden solicitar de manera gratuita en la página del Fondo de Cultura Económica.

Mary Carmen Sánchez Ambriz

@AmbrizEmece

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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
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  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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