Como reacción actual a las previsibles decepciones en el balompié, alguien podría tomar las siguientes líneas de Max Aub (París, 1903-Ciudad de México, 1972) e insertarlas a manera comentario mundialista en algún diario deportivo: “En aquel campo de futbol: ¡tantos idiotas bien acomodados!” En la microficción, parte de la serie “Crímenes casi inéditos”, que publicó Aub en la Revista de la Universidad en octubre de 1959, el protagonista va más allá del disguto y reacciona de forma violenta contra esos pobres mortales enfrascados en un juego, yse lamenta: “¡Qué lástima que no me dejaran acabar!”
Existen otras muestras de Aub en cuanto a un género, hoy quizá de moda. Ésta del jorobado, quien amenaza: “Había jurado hacerlo con el próximo que volviera a pasarme un billete de lotería por la joroba”. O esta otra de un bibliófilo: “¡Me negó que le hubiera prestado aquel cuarto tomo…!” Una más de un rencoroso: “De mí no se ríe nadie. Por lo menos ése ya no”.
Esa serie, en específico, de suerte variada, concluye con un texto un poco más largo en donde una mujer refiere sus tribulaciones por viajar en el transporte público en un país de machos, algo que muchas aún padecemos. Dice ella al comienzo: “Es que ustedes no son mujeres y, además, no viajan en camión, sobre todo en el de Circunvalación, o en el amarillo cochino de Circuito Colonias, a la hora de la salida del trabajo. Y no saben lo que es que le metan a una mano”. Acorde con la tónica impuesta a esas microficciones, en las que los protagonistas reaccionan a lo que percibe como un entorno hostil, ella actuará en consecuencia. Al asco diario por el acoso de los hombres, que implica que le rocen los muslos o las nalgas, actúa: “Pero ese tipo se pasó de la raya: dos días seguidos nos encontramos lado por lado. Yo no quería hacer un escándalo, porque me molestan, y son capaces de reírse de una. Por si acaso me lo volvía a encontrar me llevé un cuchillito, filoso, eso sí. Sólo quería pincharle. Pero entró como si fuese en manteca, puritita manteca de cerdo. Era otro, pero se lo merecía igual que aquél”. Alguien dirá: justicia poética.
Otra serie dedicada a las microficciones es “De suicidios”, aparecida en la Revista de la Universidad también en octubre, pero de 1961… Y éstas son parte de la segunda sección de esta antología dedicada a las colaboraciones de Max Aub en ese medio, conformada por una primera parte de artículos y otra, a la que me he referido, de “varia invención”.
Lo primero que resalta en esa sección creativa es la prosa mexicana de Max Aub, que supongo se volvió inevitable por los largos años que vivió en nuestro país a causa de su forzado exilio de España. En tal caso, es un rasgo apreciable, pues escribe en un español que no parece haberse anclado en aquel aprendido en su infancia, o acaso enriquecido por lo que escuchaba en las casas, oficinas y calles, y leía en México. Su escritura agrada tal vez porque no impone, en principio, lo que se podría llamar una “denominación de origen”, sino que se comunica entre nosotros como uno de nosotros. Hay quien conserva sus maneras originales para quedar anclado al pasado. Max Aub se ambientó muy bien en su nueva casa, y al menos en las letras lo demuestra.
En los artículos también son claros sus intereses por lo mexicano, pues habla de poetas como Xavier Villaurrutia y Enrique González Martínez, o presenta un panorama general de la lírica nacional, aunque se ocupará además de Lope de Vega, Jorge Guillén, Luis Cernuda e incluso Remedios Varo. Al tema de España dedica una conferencia, dicha el 15 de junio de 1960 en el Ateneo Español de México y publicada al mes siguiente en la revista universtaria, y un cálido “Homenaje a los que nos han seguido”, en el que apunta: “Es difícil hablar de su patria cuando uno se hace viejo lejos de ella”.
El libro es doble, pues hay prosa ensayística y de creación; o triple, si se toma en cuenta el poema final, “En la ciudad”, de septiembre de 1965. Y es algo más si consideramos su diseño, que recuerda aquello que hizo Vicente Rojo con La palabra mágica (1983), de Augusto Monterroso. Es un hermoso ejemplar que honra las letras de un autor también nuestro.
Mary Carmen Sánchez Ambriz
@AmbrizEmece