El más exacto retrato de nuestras tragedias son las madres buscadoras de sus hijos desaparecidos. Si no somos capaces de dimensionar lo que significa la existencia de colectivos que han escarbado la tierra para encontrar unos huesos, con la esperanza de dar con los suyos, no hemos entendido en qué se convirtió México.
La candidata del oficialismo da muestras de su formación. A una de esas madres recomendó hacer propuestas en lugar de criticar al gobierno. Ya una vez el presidente calificó a la empatía como término de moda y neoliberal. Prima la caricatura. Sus afinidades se suman al discurso. Ninguna sociedad resiste cuando la imbecilidad hace metástasis.
No nos damos cuenta de la gravedad. Incluso por encima de la indolencia de políticos, se encuentra la miserabilidad expandida. En democracia, cuando un político exhibe su desprecio a la dignidad, queda a la ciudadanía el rechazo colectivo. Si individuos dentro de esa sociedad van exhibiendo o suscriben la desfachatez, la voz política encuentra razones para amplificar su desdén.
Se instaló la embriaguez de negar todo lo que se encuentre fuera de convencimientos electorales. Elementos de la realidad no sirven para cuestionarla, sino para reafirmarla en la precariedad de justificaciones absurdas donde se repite la miseria que acusa al desaparecido por ser responsable de su desaparición, al asesinado de su muerte.
Reinan los silencios de quienes prefieren no hablar contra lo insultante, con tal de no parecer estar del lado de un contrario político a quien ven como enemigo. Si tan solo notaran que el enemigo real es nuestro nivel de deterioro.
Bajo la dualidad permitida al discurso, el presidente critica por anticristiana las intenciones atroces de la política texana. ¿Ese es el argumento? Una vez la izquierda fue laica. Hacia una madre buscadora actúa como el ladrón que a punta de navaja asalta dentro de una iglesia, pero exige a la víctima quitarse la gorra en señal de respeto al altar.
Está avanzando la idea de que las únicas causas y angustias que merecen ser defendidas son aquellas en los ojos de la máxima tribuna. Aquella explicando a las víctimas cómo ser víctimas y designando su legitimidad.
Es el entusiasmo por la nada.