La retórica del certamen de belleza sigue conviviendo con el menosprecio a toda instancia y base de consenso internacional. Una relatoría de Naciones Unidas observa que la reforma judicial afectaría la independencia de los jueces; critica los ataques de los otros poderes hacia ellos. Paz mundial, pero antes la retahíla de la soberanía. Como ocurre con la dictadura cubana, a la venezolana el gobierno mexicano le ve desde el caleidoscopio de la indiferencia. Los coqueteos con China exhiben una vez más cómo el mundo resulta pequeño para quien se cree su centro. Países vecinos aprenden a estirar sus ligas, también olvidan que éstas pueden rasgarse o romperse si se jalan demasiado. Invitar a Putin es mero analfabetismo político que juega con nociones de decencia. Saben que no ocurrirá. Ruido gratuito y exaltación de irresponsabilidades. En lo que la próxima presidencia llama un acto protocolario queda su poco desagrado al secuestro de niños ucranianos para llevarlos a territorio ruso. Para el lenguaje del oficialismo, la orden de arresto en su contra emitida por la Corte Penal Internacional contiene todos los elementos que le son ajenos.
La apuesta de Palacio no es guardarse en la cueva sino ser una isla. Política exterior segura de estar en la orilla de un río sin notar el mar que tiene al frente. Su forma de asumir la coexistencia entre naciones es ignorar los principios de legalidad internacional, las líneas que definen la rectitud democrática, de correspondencia y el respeto a los derechos humanos. Gana el rechazo a la posibilidad de asuntos comunes y valores compartidos.
Con la intención de contener barbaridades, el mundo ha buscado formarse a través de instituciones y no de filiaciones. Qué lugar tiene en el planeta quien no comprende esto sino aquellos al alcance de la insularidad. Esa derecha mexicana que se cree de izquierda no tiene conflicto en ligar a Boric con Pinochet.
La elevación de las diferencias conduce a tragedias. Aquí los problemas de los otros no se consideran nuestros, porque para ciertos rasgos de la idiosincrasia nacional, los peores, el nosotros en rara ocasión nos hace parte del mundo. Combustible para el nativismo que debería llenar de vergüenza.