En casi todo el planeta el aire es poco esperanzador. La primera semana de la nueva administración Trump retrata el conjunto de una mala construcción edificada a lo largo de años. Incluye a la Casa Blanca y a las reacciones de sus objetivos inmediatos. Sea México, Colombia u otro. También, a las formas de quienes buscan relacionarse con Washington. Sus simpatías transaccionales.
El máximo sentido de la política y los ejercicios de gobierno es contener una de las condiciones que más detestamos las sociedades, la incertidumbre. Contra ella, ideamos esquemas que proporcionen certezas mínimas. Libertades y derechos son la traducción formal del combate a la incertidumbre en los susceptibles a la crueldad de la selva.
Los elementos del trumpismo que se asemejan al autoritarismo clásico han aparecido en otros, retóricamente coincidentes o disímiles. Las expresiones de la tiranía moderna estaban cobijadas por un halo ideológico que ya importa nada.
Hoy, vemos el triunfo del egotismo hecho corriente de cohesión —no confundir con egoísmo, un pariente menos peligroso—. En el egotismo todo se relaciona con quien habla e impone o esconde realidades. MAGA es la imagen que tiene Trump de sí; la carta de Petro es espejo de su cursilería; el llamado a unidad nacional en el discurso oficial mexicano es su propia concepción y vocación para confundir país y Estado con sus filias y dogmas.
El egotismo permite un juego amplio de transacciones. Los de Petro abrazan su carta y los fervores de Palacio aplauden su defensa a esa cosa que le seguimos llamando patria. En las loas a migrantes aterrados no hay cuestionamiento sobre las razones que los expulsaron del país. Como si ningún deportado viniese de Tamaulipas, Tabasco, Sinaloa o Chiapas.
En el egotismo de MAGA se encuentra el abandono de Estados Unidos a sus tradiciones democráticas. En México, el egotismo disuelve responsabilidades políticas. Es el amparo que valida con cinismo la permanencia de Garduño en el INAMI, la patanería insultante del gobernador Rocha.
Conquistamos el futuro en infinidad de maneras, pero el mundo parecía necesitar de un gigantesco fracaso para notar lo permanente del estado de naturaleza. Estamos en ese momento.