Política

¿El fin de la Quinta República francesa?

Las elecciones al Parlamento Europeo en Francia arrojaron una dura derrota para el partido del presidente Emmanuel Macron, Renacimiento y un espectacular ascenso de la extrema derecha de Agrupación Nacional (AN), de Marine Le Pen y de la extrema izquierda, encarnada por los antiguos socios de la extinta coalición Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES). De las fuerzas democráticas pertenecientes al llamado Arco Republicano, sólo el Partido Socialista francés (PSF), encabezado por Raphäel Glucksmann logró hacer un papel decoroso y rescatar un caudal considerable de votos que se tenían por irremisiblemente perdidos.

Ante tales resultados, Macron tomó la arriesgada -y para muchos precipitada- decisión de disolver la Asamblea Nacional y de convocar a elecciones legislativas anticipadas, programadas para el 30 de junio. Lo que siguió ha sido una auténtica tempestad política, que amenaza la viabilidad misma de la Quinta República, establecida por Charles de Gaulle en 1958.

Los principales partidos de izquierda lanzaron la idea de un nuevo Frente Popular, en emulación del de Léon Blum en 1936, propuesta que no estuvo exenta de polémica, pues muchos socialistas temen que la coalición pudiera ser secuestrada por La Francia Insumisa (LFI), partido radical, encabezado por Jean-Luc Melénchon, acusado de atizar el antisemitismo como estratagema para ganar el voto musulmán en las periferias francesas. A tal grado, que muchos socialistas han marcado sus distancias, y de manera asaz alarmante, figuras de relieve como el historiador y caza nazis, Serge Klarsfeld o el filósofo Alain Finkielkraut a considerar públicamente al AN como un mal menor frente a la LFI, lo que ha dividido acremente a la comunidad judía francesa.

La propia derecha republicana ha sufrido un desgarre entre su principal dirigente, Eric Ciotti, y sus cuadros más prominentes, como la Presidenta de la región parisina de la Île-de-France, Valérie Pécresse o el expresidente Nicolas Sarkozy, quienes han rechazado cualquier tipo de acercamiento o coalición con AN. Incluso la extrema derecha se desgarró en una de sus advocaciones, al romper públicamente Marion Maréchal, sobrina de Marine y nieta de Jean-Marie Le Pen, con su antiguo padrino y promotor, el polemista Eric Zemmour, principal dirigente del partido ultra Reconquista.

En suma, la polarización entre los extremos y el hundimiento del centro político, todavía en el poder, iniciado en la elección presidencial de 2017, se agudiza y se agrava.

La temeraria apuesta del Presidente galo se funda en la convicción por parte de éste de que hay una “mayoría silenciosa” que rechaza a ambos extremos del espectro político y que a la hora de la verdad sostendrá al centro político y, por ende a la democracia liberal en Francia.

Los sondeos de opinión más recientes, no obstante, lejos de reflejar el optimismo presidencial, lo contradicen severamente, al otorgarle un 34% de intención de voto para AN en la primera vuelta electoral, en tanto que el nuevo Frente Popular obtendría un 29% de los sufragios, mientras que Renacimiento, el partido de Macron, apenas conseguiría un 22%, lo cual significaría su virtual extinción como fuerza política, o, en el menor de los casos su reducción a un papel marginal en la Asamblea Nacional.

De confirmarse dicho escenario conduciría a una segunda ronda o ballotage, a celebrarse el 7 de julio, la cual enfrentaría a dos fuerzas radicales, extremistas y antisistema, lo que de muchas maneras pondría en riesgo no sólo a la viabilidad de la democracia liberal en Francia, sino que podría impactar también la continuidad y existencia misma de la Unión Europea y tener repercusiones en otros ámbitos.

En efecto, Francia es junto con Alemania la piedra angular sobre la que descansa la UE. Es de sobra conocida la irreductible postura euroescéptica, tanto de parte de AN como de LFI. Y no sólo, también es una potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Cabe recordar al respecto también que el sistema político francés es un arreglo constitucional que otorga poderes omnímodos y facultades extraordinarias al jefe de Estado, lo que haría de Marine Le Pen una presidenta inmoderada e incluso destemplada. Sus públicas actitudes xenófobas, proteccionistas y socialmente conservadoras hacen temer, con amplia justificación, un viraje político que conduciría a tiempos sombríos. Sus declaradas posturas euroescépticas anti-atlantistas y pro-putinistas tampoco parecen augurar nada bueno.

En caso de derrota, ¿podría dimitir Macron como presidente? Y ¿de darse ese escenario, qué consecuencias acarrearía para la democracia y estabilidad francesas? El arribo anticipado de Marine Le Pen al poder representaría un cataclismo indudable para la democracia liberal no sólo en Europa, ya que bien podría desencadenar un efecto dominó en otros países y fungir como un catalizador para que otras fuerzas ultraderechistas como Alternativa por Alemania (AfD) alcanzasen el poder. Ni hablar del impulso adicional que podrían dar a un eventual triunfo de Donald Trump o en determinar el curso de la invasión rusa a Ucrania. En todo caso, el triunfo de la ultraderecha supondría el fin de la Quinta República francesa y daría lugar a perspectivas ominosas.


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Mario Ojeda Revah
  • Mario Ojeda Revah
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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