Como siempre recordamos en este espacio, yoga es mucho más que solo asanas. Las ocho ramas del árbol yóguico conducen a la liberación de la conciencia o Samadhi, y cada rama representa una etapa del camino de realización personal. Hoy hablaremos de la segunda rama o Niyamas, que cultivan la claridad interior, la autodisciplina y la fuerza mental, es decir, normas de auto control o códigos de conducta personal.
De los cinco niyamas, el segundo es Santosha. Sam, en sánscrito significa completo o total y Tosha, significa alegría, aceptación, estar a gusto. Santosha, entonces, es alcanzar la completa o plena satisfacción o contentamiento. La capacidad de aceptar lo que es como es, sin juicio, puede confundirse con resignación o apatía, pero en realidad “el contentamiento solo puede nacer de una profunda conexión con el Amor, que hace que todo lo demás sobre”.
Y la aceptación de las cosas como son empieza con uno mismo y puede iniciar en la práctica de yoga, cuando en una postura aceptamos nuestros límites, nuestra aversión a la incomodidad o nuestro deseo de ser “perfectos”.
“Piensa en tu práctica de yoga como una pequeña simulación de la vida… Da la bienvenida a cada desafío, ya que te hacen más fuerte para el siguiente y hacen que las mejores partes sean aún mejores. Ámate cuando te sorprendas tratando de huir de las sensaciones, adórate cuando pierdas el equilibrio y vuelvas a la pose. Eres hermosamente humano esforzándote por ser mejor”.
Santosha puede cultivarse con estas tres asanas:
La posición asociada con Santosha es Setu Bandha Sarvangasana, la postura del Puente que calma la mente, brinda comodidad al sistema nervioso, alivia los síntomas de depresión, estrés y ansiedad, y libera las emociones negativas del cuerpo.
Otra pose que puede ayudarnos es Garudasana, la postura del Águila. La postura demanda mucha fuerza en las piernas, equilibrio y concentración. Observa con aceptación la incomodidad que puede surgir al practicarla.
Ustrasana, la postura del Camello, es una pose de flexión hacia atrás que abre el pecho y con él, Anahata, el chakra del corazón. Encontramos aquí la capacidad de empatizar con el otro y de sentir compasión por uno mismo y el entorno. Además conduce al conocimiento de la presencia divina en toda la creación, a la unicidad con el corazón del universo, donde todo es gozo y donde todo es perfecto como es.
@marien_caminoa7