Es natural que todo proyecto de mejora corrigiendo o rehaciendo, lleva a las personas a un producto deseado y conforme a sus deseos y necesidades.
Pero para algunos políticos que llegan al poder, su deseo de corregir lo hecho por sus antecesores, si pertenecen a otro partido, es que esa obra desaparezca o por lo menos, dejarla sin concluir.
Poseen algunos el insano afán destructivo de lo ya hecho o avanzado, para no compartir el crédito, y no quede una buena huella del pasado. Es sano buscar la transformación para mejorar, para corregir lo ya hecho o iniciado, pero lo que no está permitido es arruinar, dejar en cero a lo ya avanzado que tuvo un costo para el erario y como resultado de una planeación a mediano o largo plazo.
Es cierto que el país necesita transformarse pero para que este mejore, no para arruinarlo, con tal de borrar la marca anterior.
Pero no solamente se destruye lo ya hecho o se paraliza una obra material, sino que también en el afán por una mal entendida transformación, también van aparejadas las instituciones que fueron desarrolladas por los gobernantes anteriores y su equipo de trabajo.
Esta acción es como la práctica de los gobiernos radicales que se inician incendiando todo, como sucedió en la Rusia de los zares, pero con el compromiso histórico de construir un “paraíso” , que el tiempo dirá si ese fue el resultado. Entonces ¿por qué un nuevo gobierno borra de un plumazo cargado de resentimientos, instituciones que han sido un apoyo popular en la salud, el ahorro y fondos para beneficio colectivo? ¿Por qué no aprovechar lo bueno y el resto mejorarlo? Equivale a derribar un hermoso y frondoso manzano… porque algunos frutos tenían plaga.
El riesgo de que algunos gobernantes dejen placas metálicas alusivas con su nombre en una obra, sean desmontadas por el siguiente, como golpe político o a la vanidad… pero destruir obras o instituciones sin una consecuencia de transformación positiva, es una forma de arruinar las finanzas públicas y desamparar a los beneficiarios de esa institución.
La finalidad de todo gobernante es la transformación cualquiera que sea el número progresivo, pero no la destrucción a cambio de nada.
Como dice la sentencia bíblica: “Por sus obras los conoceréis” …y no por la propaganda. _