Alarma no solo en nuestro país, sino en el mundo por las agresiones que han recibido los periodistas y comunicadores en los últimos años.
La prensa en los países democráticos goza de libertad de expresión; pero en el nuestro, no obstante pertenecer a ellos, ha vivido en zozobra como consecuencia del clima de violencia que se ha sembrado contra los comunicadores, al grado de que la Unesco declare que México es “el país más mortífero” por los 13 asesinatos de que han sido víctimas, denunciado “los riesgos y vulnerabilidad a las que se enfrentan los profesionales de la información y sin castigo en su mayoría de los casos”.
Ucrania, país que sigue en guerra por la invasión de Rusia, se encuentra en segundo lugar, según la Unesco; en ese nivel de peligro, los periodistas.
A raíz del atentado que sufrió el periodista Ciro Gómez Leyva en diciembre del año pasado, 177 comunicadores enviaron una carta firmada exigiéndole al Ejecutivo su responsabilidad política y el cese de hostilidades contra los profesionales críticos.
Se olvida que la prensa existe para orientar y ser referencia de la opinión pública, y no un medio de propaganda oficial del poder. El gobierno no paga para que no le peguen, parafraseando a López Portillo que cortó con la prensa crítica.
Cabe recordar que el 14 de diciembre de 2023, un día antes del atentado al comunicador mencionado, salvado por el blindaje de su vehículo, el Ejecutivo expresó públicamente que escuchar a Ciro Gómez, Carlos Loret de Mola o Sergio Sarmiento “es hasta dañino para la salud; o sea, si los escucha
uno mucho tiempo le puede salir a uno un tumor en el cerebro”.
Y a raíz del fallido ataque, afirmó “que pudo haber sido un autoatentado para perjudicarlo, o que alguien lo hizo para afectarlo”. Tenemos ahora el caso reciente de “un montaje tramado por Latinus”.
En fin, ni la prensa de otros países se escapa de la dura crítica gubernamental cuando exhibe sus irregularidades, como han sido el New York Times y el Financial Times, grandes del periodismo, tachados de “pasquines”.
En general, ningún comunicador se ha salvado de acusaciones de suyo infundadas, porque según la diatriba, pertenecen a “la oligarquía, a la mafia del poder, a los enemigos de México y otros que son pagados por empresarios”, epítetos en los que pocos creen, por la solvencia ética y moral reconocida en ellos.