Demasiada oferta reduce el precio: cuanto más te vean y oigan, tanto menos necesario te considerarán los demás. Si ya has afirmado tu posición dentro de un grupo determinado, un alejamiento temporal hará que hablen más de ti, e incluso que te admiren”, aconseja Robert Greene en el número 16 de sus 48 leyes y casos, nos da muchos a lo largo de la historia de la humanidad. En México el retiro casi siempre fue forzado por el exilio después de haber detentado todo el poder y representar una amenaza para el sucesor presidencial en turno, práctica no tan dañina como el Maximato y aún menos sádica que los ajusticiamientos que se llevaron a cabo a lo largo de la Revolución.
En los últimos años, la regla no escrita y autoimpuesta fue: “el que se va se calla”, misma que rompiera Salinas con su huelga de hambre en contra del encarcelamiento de su hermano Raúl; seguido por el lenguaraz de Fox, empedernido amante del dicharacho, y ahora Calderón, con una presencia ininterrumpida a través de su cuenta de Twitter, lo mismo para contener las críticas de Ya Sabes Quién, que para cuestionarlo. La excepción a la regla es Peña, más propenso al silencio y el anonimato, buscando incluso pasar desapercibido camuflado con gorra buchona, greña de chavo ruco e inmejorable compañía.
Lo cierto es que a ninguno de ellos se les extraña. No se percibe ante su ausencia la añoranza que han despertado otros líderes en distintas épocas y países.
Tampoco gozan de la expectativa de tenerlos de vuelta. Sabemos que están ahí y nos complace que ahí se queden. Los que sí medio se fueron y no se les extraña son Durazo el tabasqueño y Labastida el sinaloense, ambos, candidatos presidenciales frustrados. Los que siguen y no entienden la lección son Vázquez Mota y Anaya, pero esta última como si no estuviera, pues aun cuando estuvo era como si no. Anaya debería tomarse un tiempo, hacer un ejercicio de introspección y regresar algún día por la puerta grande, con madurez y más juicio. Pero no lo hará. Fernández de Cevallos anda por ahí, con apariciones pertinentes e intermitentes. Ebrard va y viene con lo poquito que tiene.
En los últimos años, no recuerdo un verdadero regreso triunfal. López Obrador nunca se fue ni se irá hasta, como dijo Napoleón, el mexicano, cuando se acerque el día de su final. En fin, esta ley parece derogada en el México contemporáneo. Se muevan o no, parafraseando a Fidel, también el mexicano, aquí todos salen en la foto. Por mí, qué ganas de no verlos nunca más, como dice la canción y que aparezca un bateador emergente: menos visto y más adorado, aunque, pensándolo bien, ¿qué tipo de santo sería?
De tarea:
La elección extraordinaria de Tlaquepaque muestra la peor cara del alfarismo y su intentona por aplicar la ley 15 de Greene, eliminar al contrario antes de empezar el partido. Tlaquepaque podría ser el Waterloo del emecismo jalisciense y la cabeza de playa para el desembarco morenista en uno de los pocos estados que le queda por conquistar. Así que hasta acá se escuchan los lamentos en casa Jalisco: ¡Ay, Tlaquepaque pueblito!
Marco Sifuentes