Descanse en paz “El amigo de todos los niños”, Xavier López “Chabelo”, quien este fin de semana pasó a mejor vida, a menos que haya decidido pasar a la “Catafixia”, una elección que podría redituarle el ascenso a lo más alto del cielo, lo mismo que mandarlo al averno.
Y es que la vida está hecha de elecciones, desde que decidimos balbucear nuestras primeras palabras o dar los primeros pasos.
Todo el tiempo elegimos, si queremos comer o no; descansar o jugar y hasta los brazos de mamá o papá.
Elegimos con quién “juntarnos” en la escuela; hacer o no hacer la tarea; salir al recreo o quedarnos en el salón a repasar los apuntes para el examen; correr a lo largo y ancho del patio o quedarnos sentados en alguna banca, machuelo o escalón.
Elegimos a quién escuchar en la radio, (ahora también playlist o YouTube), qué programa, serie de televisión o película ver; a qué equipo de fútbol o beis irle, incluso de americano y hasta de básquetbol; elegimos a quién querer, a quién amar y a quién odiar o matar con nuestra indiferencia.
Elegimos aromas, lecturas, autores, poemas, pinturas, esculturas, estructuras, arquitecturas, texturas, culturas, mixturas.
Elegimos la conducta y la consecuencia, la aquiescencia y la quintaesencia; la conciencia o la inconsciencia, la incongruencia, la ignorancia o la ciencia; la obsecuencia, la condolencia, la obediencia, la indolencia.
Elegimos entre verdad y mentira; entre el bien y el mal; lo blanco y lo negro; colores, escalas de grises y matices; la noche y el día; el frío y el calor; lo alegre y lo triste.
Elegimos entre partidos, coaliciones, candidatas y candidatos.
Elegimos seguir estudiando o dejar a medias nuestra preparación académica; elegimos una carrera profesional; uno o varios posgrados; una o más “parejas”, sucesivas o simultáneas.
Desde hace décadas, se elige cuántos hijos tener o, de plano, no tenerlos.
Se eligen mascotas, vestuarios, vehículos, casas, barrios, ciudades y países.
Se eligen marcas, amistades, compadres, médico, abogado, contador, confesor y hasta la religión. Se elige o se niega al mismo Dios, habiendo quien se atreva incluso a matarlo y luego a manos suyas perecer, como Nietzsche.
Se elige negarse a ponerse la vacuna y morir a causa de, como Diego Verdaguer.
Todos los días elegimos ser pareja de alguien, ser padre y ser hijo o renunciar a todo ello, simplemente alejándonos o sustrayéndonos de la responsabilidad que conllevan.
Elegimos el menú, la bebida, con azúcar, sin ella o algún sustituto.
Elegimos soñar o despertar; soñar despiertos o hacer realidad nuestros sueños.
Elegimos cantar, bailar, reír y jugar; reñir, reprochar, olvidar.
Elegimos un papalote, un barco de papel o un simple bote pateado para echar a correr.
Elegimos una tabla con ruedas, una muñeca, una paleta de caramelo.
Una mesa y una silla para sentarnos en ella; una sala para la convivencia; una dotación de dulces Ricolino.
Y cuando logramos lo que queremos, elegimos si nos quedamos con ello o lo arriesgamos en busca de algo mejor, que muchas veces podría resultar peor.
En pocas palabras, la vida es una elección: te quedas con lo que tienes o pasas a la Catafixia, cuate.
Marco Sifuentes