El Instituto Nacional Electoral (INE) última institución que aún le queda credibilidad ante los mexicanos, empieza ya a sentir los duros embates que le lanza sin miramientos el presidente López Obrador, quien esgrime que es un ente corrupto, en el que sus consejeros se han enriquecido de forma ilícita no obstante la pobreza del pueblo de México.
La verdad sea dicha, el mandatario trae en su interior resentimiento hacia lo que él llama las “clases privilegiadas” de nuestro país, que gozan de prebendas y muchos privilegios económicos a costa de lo que él llama la austeridad republicana, hoy también bautizada como la pobreza franciscana.
Quizá este sea el último reducto de la administración del tabasqueño que pretenderá convertir a una estructura depauperada, como es el actual sistema de salud que él mismo se ha dedicado a descentralizar, desincorporar e incluso a romperle su eje, para que no funcione más como sirvió a millones de connacionales durante varias décadas.
El propio Jefe del Ejecutivo federal se ha valido de todas y cada una de sus tesis incorroborables para desestructurar a una entidad, que quiera o no, tiene toda la credibilidad de la mayoría de los mexicanos que han acudido a votar en cada una de las elecciones en los más de 30 años que lleva de haberse fundado de manera positiva en los 32 estados de la República.
Otro de los aspectos negativos donde López Obrador persiste en mantener una absurda hegemonía es en el Congreso de la Unión, donde personajes oscuros como el poblano Ignacio Mier, ex priista renegado y que posee una gran fortuna económica que se la debe al tricolor,
es hoy el artífice que mayores dardos envenenados lanza tanto a la opinión pública como a sus homólogos en la Cámara de Diputados que tienen que tolerarlo, porque es uno de los coordinadores parlamentarios y de los golpeadores favoritos del presidente.
Y por supuesto que AMLO insiste en debilitar al Instituto Nacional Electoral ante los mexicanos y que desde su mañanera una y otra vez, reitera que es una entidad que se dedica a defraudar la voluntad de los que emiten su sufragio en las urnas, cada vez que se convoca a elecciones locales, federales y presidenciales.
En tanto el mandatario tenga el poder y cuente con falaces y procaces golpeadores en su actuar diario, los connacionales estamos condenados a escuchar día con día como se desgasta una entidad ejemplar, creada para darle credibilidad y certeza a las elecciones en México.
Y aunque lo niegue López Obrador y lo repitan como loro australiano Ignacio Mier así como sus corifeos, el INE tiene una credibilidad que será difícil desarticular, a pesar de los improperios que le lanzan desde los Palacios Nacional y de San Lázaro para que la instancia electoral de mayor credibilidad en México y América Latina sucumba ante la rudeza innecesaria que le endilgan,
por supuesto, mayormente los integrantes de Morena y sus afiliados a modo, porque detentan el poder y gustan también de uno y mil privilegios económicos, políticos y estructurales como en su tiempo lo disfrutó el Partido Revolucionario Institucional hoy en desgracia y en riesgo de desaparecer si no es capaz de reiventarse de sus cuasi cenizas.
Será trascendente observar de qué estructura están hechos los diputados federales y senadores opositores al régimen morenista para que sean ellos la defensa ultranza del Instituto Nacional Electoral que hoy sufre los embates estratégicos, quizá por capricho nada más o para reiterarle a más de 126 millones de mexicanos que la ley presidencial es la única que vale.
Así nuestra queridísima República Mexicana, hoy tan vilipendiada por ese régimen absolutista y que no propone nada para acallar a la delincuencia organizada que tiene azorada a los mexicanos. Qué lamentable este tiempo que nunca creímos vivir los mexicanos, una vergüenza para los que nos creíamos privilegiados de vivir en un país libre y soberano. De verdad, qué pena.
Marco Antonio García Granados
