En un audaz movimiento destinado a remodelar la movilidad urbana, la Autoridad de Transporte de Nueva York (MTA) ha aprobado una medida sin precedentes: el “peaje de congestión”, la cual marca un hito significativo en la búsqueda de soluciones para la congestión del tráfico, la mejora de la calidad del aire y la financiación de proyectos cruciales de infraestructuras de transporte.
Sin embargo, a pesar de sus nobles objetivos, la medida ha desencadenado un intenso debate, especialmente con el estado vecino de Nueva Jersey, planteando interrogantes sobre su alcance y efectividad.
Este peaje impondrá un cargo de 15 dólares a los automóviles que ingresen a la zona central de Manhattan, con tarifas más elevadas para vehículos más grandes como furgonetas, autobuses y camiones.
Si bien esta estrategia ha demostrado su eficacia en ciudades europeas como Londres, Milán y Estocolmo, la reacción en Nueva York ha sido mixta, con voces críticas que argumentan que la medida es insuficiente al centrarse exclusivamente en Manhattan.
La pregunta es si esta táctica puede ser lo suficientemente ambiciosa para abordar los desafíos integrales de la movilidad urbana.
La tarifa de congestión, que se aplicará entre las 5:00 de la mañana y las 9:00 de la noche, busca desalentar el tráfico en horas pico, pero ¿será suficiente para cambiar los patrones de desplazamiento arraigados en la rutina de los neoyorquinos?
El descontento de los residentes de Nueva Jersey, cuyos desplazamientos diarios a Manhattan se verán afectados, se ha traducido en una demanda federal, lo que amenaza con tensiones adicionales entre los estados vecinos.
La medida también aborda la diversidad de vehículos que contribuyen a la congestión, incluyendo taxis y vehículos de plataformas como Uber y Lyft.
El incremento del 25% en los días de alerta por atascos, como eventos de gran magnitud o festividades, podría ser un incentivo adicional para reducir la dependencia del automóvil.
Sin embargo, las preocupaciones sobre posibles intentos de eludir el peaje mediante el uso de matrículas falsas plantean desafíos significativos, que podrían socavar los ingresos previstos y la efectividad general de la medida.
A pesar de las críticas, defensores y expertos consideran que este “peaje de congestión” es un paso transformador y necesario.
La gobernadora Kathy Hochul elogia la medida como “transformadora” -y lo es-, destacando su potencial para mejorar el transporte público, reducir las emisiones de gases contaminantes y crear calles más amigables en la bulliciosa ciudad.
Además, es bien sabido que la transformación no viene sin desafíos, y la preocupación por la aceptación pública y la viabilidad de la medida durante el periodo de 60 días para comentarios y objeciones públicas es palpable.
Pero, honestamente darle reversa a esta medida para desincentivar el uso del automóvil privado solo sería un retroceso de lo ya ganado con su aplicación, así que, el rumbo que debe tomar, es que cuente con medidas más rigurosas para su correcta aplicación con el tema de las matrículas y, a la par, que las autoridades hagan más atractivos los medios de la movilidad activa.
En última instancia, el “peaje de congestión” podría ser la clave para abordar desafíos apremiantes como el cambio climático, la calidad del aire y la seguridad vial en una ciudad que ha dependido históricamente del automóvil.
La implementación en primavera será un momento crucial para evaluar la efectividad y la aceptación de esta medida audaz.
En un panorama urbano en constante evolución, Nueva York está dando un paso hacia un futuro de movilidad más sostenible, aunque las preguntas sobre su alcance y la resistencia pública persisten.