En México lo que sucede en Centroamérica pocas veces tiene relevancia. Ya sea en medios de comunicación o redes sociales, lo que sucede con 61 millones de personas que viven a unos cuantos kilómetros de nuestra frontera nos importa poco a menos que la noticia sea la creación de una caravana migrante o un desastre natural, lo cual regularmente va de la mano.
Así, parece no importar que en Nicaragua gobierne Daniel Ortega, un intento de dictador que está encarcelando a toda la oposición antes de las elecciones presidenciales de noviembre, y que ha acallado a casi toda la prensa independiente. Algunas organizaciones internacionales le han pedido prudencia mientras él sigue eliminando a todas las instituciones democráticas.
Tampoco pareciera importar que Honduras sea un narco-Estado en el cual gobierna Juan Orlando Hernández, cuyo hermano fue condenado de por vida en Estados Unidos por narcotráfico. Para este año, especialistas calculan que 75% de la población estará en la pobreza pues, además de la pandemia, sigue sin recuperarse del paso de los huracanes Iota y Eta, los cuales destrozaron el país en 2020.
Está también la restricción de garantías individuales en El Salvador, con Nayib Bukele a la cabeza, enemigo declarado de la prensa independiente y la rendición de cuentas, y que ya intentó una especie de golpe de Estado. O la crisis que vive Guatemala a partir de la destitución del fiscal contra la impunidad, que fue removido por la fiscal general. No son temas a los cuales consideremos (esto también es un mea culpa) dignos de poner nuestra atención, mucho menos de actuar al respecto.
Este olvido es histórico, pero con Andrés Manuel López Obrador parecía que algo iba a cambiar. Al inicio de su gobierno dio la bienvenida a los migrantes centroamericanos, solo para después enviar 26 mil efectivos de la Guardia Nacional a cerrar la frontera por exigencia del ex presidente estadunidense Donald Trump. Hoy México sigue siendo el muro antimigrante que Trump prometió construir.
En 2019, López Obrador prometió la creación de 20 mil empleos y una inversión de 30 millones de dólares por cada país centroamericano, que hasta mayo de este año se había cumplido en menos de 10%, según una nota de Animal Político. También habló de exportar sus programas asistenciales como Sembrando Vida, pero su aplicación también ha sido mínima.
Este abandono es absurdo más allá de los obvios temas éticos y humanos, sino incluso en el económico. Desde 2011 hay un tratado de libre comercio entre México y esa región; en 2017, según la Cepal, México exportó casi siete veces más productos hacia Centroamérica que los que recibió de regreso: mientras las exportaciones centroamericanas a México fueron por 832 millones de dólares, México exportó 5,522 millones. Hubo una diferencia de 4,690 millones de dólares en favor de nuestro país (lo que López Obrador dijo que costará el aeropuerto de Santa Lucía). Que a esa región le vaya mal, implica también un problema para la economía mexicana.
A la vez, la migración centroamericana —que ante la andanada dictatorial y la pobreza seguirá creciendo— sigue pasando por tierra mexicana en su camino a Estados Unidos. Los refugios en las fronteras no se dan abasto y hay una clara crisis humanitaria.
El reciente llamado del presidente López Obrador para una nueva unión latinoamericana debería empezar por poner los ojos y el bolsillo en Centroamérica, una región importantísima a la cual hemos abandonado a su suerte.
Mael Vallejo
@maelvallejo