Para ser empático habrá que ser consciente primero de sentimientos y pensamientos propios y después de las emociones y pensamientos de los demás.
La empatía es sincronización mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Para lo cual es necesario, no sólo reconocer sus emociones y pensamientos sino dar una respuesta “en sintonía” con lo que la persona está expresando.
Todos tenemos capacidad de empatizar en mayor o menor medida, dependiendo de vivencias y aprendizajes adquiridos. Cuando nos relacionamos con los demás haciendo un esfuerzo por entender sus historias y sus circunstancias, mejoramos nuestra forma de trabajar, la forma en que vivimos, la forma en que cuidamos el uno del otro y la forma de comunicarnos.
Para empatizar con otra persona, es necesario establecer una conexión, sintonía verbal y no verbal, escuchando de manera activa, sin interrumpir al otro, para que pueda expresar todo lo que quiere decir. Además, otorgando señales no verbales, de que estamos entendiendo lo que expresa.
La actitud más importante es “escuchar sin hacer juicios”, pues se rompería el clima de confianza. Y una vez hemos escuchado, podemos solicitar aclaraciones, si hay algo que no hemos entendido bien o completamente.
Logramos sintonía verbal cuando utilizamos, las mismas expresiones o palabras que ha utilizado la persona, de esa manera sabe que le estamos comprendiendo.
También podemos lograr sintonía no verbal con posturas y orientación de nuestro cuerpo. Si estamos de brazos cruzados, sin mirar a la persona, o nos movemos constantemente, es muy probable que la persona no se reconozca comprendida o aceptada por nosotros.
La capacidad de empatizar depende directamente de la habilidad que tengamos para identificar nuestras propias emociones.
Para ejercitar la empatía necesitamos ser conscientes de nosotros mismos, no juzgar y especialmente contar con la capacidad de escuchar y observar a la otra persona con cuidado.
La empatía nos mueve a sentir dolor, alegría, miedo o enfado del otro, a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que nos une con cada una de ellas.
Una gran pérdida, quizá una tragedia, en las relaciones familiares, de pareja, de padres e hijos y de parientes cercanos, es perder la conexión, la sintonía y la empatía.