Los sociólogos distinguen entre “ancianos jóvenes” y “ancianos más ancianos”, entre tercera y cuarta edad.
Y siguen buscando términos para caracterizar un hecho real: el número de abuelos y de abuelas en el planeta tierra abarca una tercera parte de la población mundial… y creciendo.
Atravesar el umbral de los sesenta o setenta años se presenta como un trauma o enfermedad irreversible.
Pero la vida es un proceso personal y la actitud en la manera de vivirla marca la diferencia: para muchos siempre y en cualquier lugar será bella, digna y emocionante.
No podemos detener el sol y quedarnos con los albores del amanecer.
El sol del atardecer es tan importante y necesario como el de mediodía.
Ojalá aprendamos de los adultos mayores, los que viven el “embrujo del otoño”. Hay que contemplarlos y tratarlos con emoción.
Deberíamos de ilusionarnos de compartir experiencias con esos grandes de la vida que han llenado sus alforjas con innumerables vivencias.
El paso de los años los suaviza, los hace más comprensivos.
De ellos aprendemos que vivir es crecer, que cada persona prepara la manera de vivir la vejez.
El hombre (o la persona) comienza a envejecer cuando sus recuerdos son mayores que sus proyectos... En ese momento se comienza a tirar la vida.
Daría la impresión que en ese instante se firma una especie de sentencia de muerte. Solo es cuestión de tiempo.
La edad es pues una tarea. Y seguramente muchos estamos convencidos de que: vivir es más que añadir días o sumar momentos.
Vivir es llenar de vida los años, los días, los segundos. No hay peor vejez que la que uno mismo se impone.
La presencia de tantas personas mayores de edad es un don, una riqueza.
No todos llegan a esas edades. Podemos aprender de ellos que son verdaderos atletas de la vida.
Nuestros ancianos posiblemente no entenderán de computadoras, de teléfonos celulares, ni de realidades virtuales; tampoco estarán familiarizados con el horno de micro ondas, y mucho menos con el chatear en internet, pero saben del trato delicado, de ponerse en los zapatos del otro, de “hacer más con menos esfuerzo”, de los ciclos de los acontecimientos, de la paciencia, es decir de “saber esperar”… saben mucho más de la vida y de los aspectos importantes de la vida.
Al final ellos ya recorrieron los caminos que para otros apenas empiezan, vale la pena preguntarles… Y además yo digo que debemos, respetarlos, atenderlos, escucharlos, cuidarlos con amor…