Cada vez nos damos cuenta que estamos alterados por bombardeo de estímulos que recibimos durante todo el día, todas las semanas y año con año.
Este bombardeo es inmisericorde con la propaganda, los anuncios; la música cada vez más ensordecedora, pero también por los acontecimientos violentos, que se gritan por redes sociales y medios de comunicación, las malas noticias, etc.… es decir el ruido… un ruido lleno de angustia.
Alteración viene del latín “alter” que significa “otro” o “lo otro”, estar o ser alterado es ser violentado por lo que no somos nosotros, sino por lo otro, lo de fuera, lo que nos altera, nos estresa y nos hace perder la serenidad y la paz.
Al parecer, hoy por hoy, estar alterados es lo habitual, nuestras intenciones se ven constreñidas por las tensiones que provoca en nosotros el ruido, que ya también es global, dormimos menos, dormimos mal y dormimos poco, tenemos sobresaltos que hacen latir nuestro corazón más rápidamente, angustias leves pero continuas en el tráfico y sustos pequeños pero recurrentes de todo tipo; y todo ello nos hace estar y vivir alterados, tensos y a la defensiva.
Esta alteración nos hace perder perspectiva personal, es decir, cada vez más perdemos el sentido de nosotros mismos, o como decían los antiguos, perdemos “mismidad”, vida interior, capacidad de reflexión y conciencia, las más humanas de nuestras capacidades y con ello estropeamos nuestro progreso como seres humanos, como que con la alteración constante se boicotea nuestro desarrollo humano.
Como seres alterados nos perdemos la oportunidad de crecer, por ello es necesario, yo diría urgente, retomar nuestra vida interior, cultivar nuestra interioridad, nuestra capacidad de “darnos cuenta”, ensanchar nuestra consciencia, hacer espacios de meditación, oración o simplemente silencio en nuestras vidas.
Estamos tan alterados que reaccionamos, molestos, desatinados, amplificando los acontecimientos o reduciéndolos, con el desajuste y la imprudente reacción de la cual nos arrepentimos posteriormente.
Hace falta silencio y conversación serena.
Retornar a las viejas y saludables prácticas de hacer retiro, encontrar oasis en medio del desierto, pacificar nuestra existencia con silencios cotidianos que nos permitan la reflexión, la introyección, el procesamiento interno de nuestras experiencias para sacarles todo el jugo posible a favor de nuestro desarrollo personal.
Se trata de un balance interior, de recuperación de fuerzas y energía que muchas veces se dispersa en nuestras jornadas diarias, un balance que no se logra ejerciendo más presión como el “tengo que estar tranquilo y controlarme” sino de simplemente hacer silencio… porque hay mucho ruido.