Sigue una versión al español de un poema de Louis Aragon. Se llama “Elsa ante el espejo”. Va.
Justo en mitad de nuestra tragedia /Sentada ante el espejo en el más largo de los días/ Se peinaba el pelo de oro Yo creía ver/ Que sus pacientes manos domaban un incendio/ Justo en mitad de nuestra tragedia
Sentada ante el espejo en el más largo de los días/ Se peinaba el pelo de oro y era al parecer/ (Justo en mitad de nuestra tragedia)/ Como si ella tocara un arpa sin creerlo/ Sentada ante el espejo en el más largo de los días
Se peinaba el pelo de oro Creí haber dicho/ Que ella martirizaba su memoria a capricho/ Sentada ante el espejo en el más largo de los días /Y reencendía las flores sin fin del incendio/ Sin decir lo que otra en su lugar diría
Ella martirizaba su memoria a capricho/ Justo en mitad de nuestra tragedia/ El mundo parecía aquel espejo maldito/ El peine partía los fuegos de este muaré de seda/ Y esas llamas encendían resquicios de mi memoria
Justo en mitad de nuestra tragedia /Como entre las semanas se sientan los días jueves
Y en todo un largo día sentada ante su memoria/ Ella veía a lo lejos muriéndose en su espejo
Uno por uno los actores en nuestra tragedia /Y quienes son los mejores en este mundo maldito
Y cuyos nombres sabes sin que los haya dicho/ Y lo que significan las llamas de largas tardes
Y su pelo de oro cuando al sentarse y sin palabras /Se peina el reflejo de un incendio
Nota. Este poema, que me encontré hace años traducido al inglés, me gusta más si borro las “claves” que le dan armazón. Mejor dicho: lo veo como prueba de que la poesía dice a veces más allá del intento primero del poeta. No me importa que por “nuestra tragedia” Aragon pensara en la invasión nazi a Francia o que “los actores” amigos fueran clandestinos en la Resistencia. Leo “nuestra tragedia” tal cual, como la que pudo ocurrirle a cualquier pareja, y el poema “resiste”, dice más, mejora: se libera de sí mismo.