En las últimas semanas hemos visto bastante volatilidad en el mundo cripto, ocasionada por la caída de la segunda plataforma más importante de intercambio de criptomonedas en el mundo: FTX. Dicha firma es propiedad de Sam Bankman-Fried, quien se ha vuelto una personalidad relevante en el ecosistema cripto e, incluso, ha jugado un rol bastante activo en el cabildeo en Washington para la regulación de este tipo de activos; sin embargo, en cuestión de días, su fortuna valuada en 16 millones de dólares se vio reducida a cero (hay algunos que piensan que es incluso negativa, pues la debacle lo dejará con millones de dólares en deudas), y la caída de su plataforma deja a bastantes jugadores del sector pendiendo de un hilo.
Ahora bien, la idea de esta columna no es explicar o describir lo que ha sucedido en las últimas semanas ni intentar entender por qué cayó FTX. No. la idea es intentar ver más allá de la caída y lo que puede venir. Para eso me gustaría remontarme al lejano 1907 para intentar entender lo que se viene para el sector de criptomonedas.
En 1907, por diversas razones, siendo el catalizador un fallido intento de manipular el mercado de valores (un short-squeeze a una empresa de cobre) en Nueva York hubo uno de los mayores pánicos bancarios que han existido hasta la fecha. En aquel lejano año, la Fed, y su capacidad de ser prestamista de último recurso del sistema financiero, no existían y cada quién debía rascarse con sus propias uñas, es decir, si tenías problemas de liquidez, o tronabas o buscabas que algún competidor te salvará.
Algo muy similar está pasando hoy. FTX buscó ayuda entre sus competidores para recapitalizar su negocio y Binance (la primera plataforma de intercambio de criptomonedas más importante del mundo) por algún momento fue su rayo de esperanza, pero al final se echó para atrás argumentando que “el problema es tan grande que ni nosotros podremos ayudarlos”. Ni modo. Sam no encontró entre sus competidores a alguien que le lanzara un salvavidas y, mientras escribo estas líneas, Sam y FTX acaban de declararse en bancarrota (Chapter 11).
Regresando a 1907, en aquel pánico bancario, un personaje que todos conocemos, el famoso John Pierpont Morgan (J.P. Morgan para los cuates), personificó, por liderazgo y necesidad, lo que en el futuro sería la Fed y organizó al mercado para cubrir la pérdida de los bancos emproblemados y dar confianza al mercado. Ese papel, en estos últimos años, curiosamente lo había tomado Sam, quien en la debacle de Luna/Terra jugó el papel de prestamista de último recurso y si bien no pudo salvarlos, su posición sirvió para infundir confianza en el sistema. El mundo cripto, por fin, tenía a su propio J.P. Morgan (que entre los escépticos como yo lo llamábamos JPG Morgan, pero esa es otra historia); sin embargo, hoy JPG Morgan ha caído. ¿Qué sigue?
Uno de los resultados del pánico de 1907 fue la eventual creación de la Fed en 1913. El sistema financiero estadunidense entendió que era necesario tener un prestamista de último recurso: una especie de aval del sistema con poderes bastante amplios para meter el hombro cuando algún banco estuviera en problemas, con el fin de salvaguardar la integridad del sistema financiero. Y así fue. Desde la creación de la Fed los pánicos financieros en forma de corridas bancarias se han vuelto bastante escasos en Estados Unidos, es decir, la figura funciona. ¿Es probable que veamos algo similar en el ecosistema cripto?
La respuesta es no. Desde mi punto de vista, el mundo cripto está en una falsa encrucijada, y digo falsa porque cualquiera que sea el camino que tomen el resultado será idéntico: la debacle del sistema.
El primer camino es, como en 1913, intentar crear a un prestamista de último recurso. Eso, por sí solos, no podrán hacerlo, pues no poseen independencia monetaria como el resto de los países. Al final del día, el sector cripto se sustenta en el ambiente fiat, y eso los ata de manos para tener dicha libertad. Entonces, al no poder crear uno, tendrán que buscar apoyo en la Fed y en el sistema tradicional, lo cual implicará traicionar su más arraigada creencia y su activo más preciado: la descentralización.
El segundo camino es mantenerse como están y que en cada pánico subsecuente sucedan dos cosas: empresas desaparecen o el sector se consolida vía fusiones o adquisiciones. Esto generará un mercado más concentrado y de pocos jugadores. Algunos dirán, incluso, que se crearán empresas tan grandes que serán too big to fail; sin embargo, eso es falso. Al no tener prestamista de último recurso, ninguna empresa es demasiado grande para quebrar, y si se encuentran con algún problema (que se lo encontrarán) no habrá quien salve a sendos monstruos: ni su competencia (pues el mercado estará tan concentrado que no habrá) ni un prestamista de último recurso.
El mensaje que quiero transmitir es que la historia que está viviendo el sector de criptomonedas ya la vivimos. Ya conocemos cómo empieza, cómo se desarrolla, qué es lo que hay que hacer y cómo termina. Lo que ha pasado y lo que va a pasar no debe sorprender a nadie. No nos dejemos marear por narrativas sin sustento ni falsos profetas. Si en algo tienen razón los economistas es que no existen las comidas gratis. Y bueno, los grandes jugadores del sector ya comieron y acaba de llegar la cuenta, y ¿qué crees? El valor de la moneda con la que pensaban pagar se acaba de ir a cero.
Por Luis Gonzalí, CFA. VP/codirector de Inversiones en Franklin Templeton México