Suele decirse que el llamado “complejo de superioridad” no existe, sino que es la reacción inconsciente con la cual la persona trata de compensar sentimientos de inferioridad que abriga en lo más profundo de su mente.
Esto lleva a pensar que en esos casos lo que realmente existe es un complejo de inferioridad que quien lo padece, de alguna forma tratará de remediarlo a costa de lo que sea o de quien sea.
Dejando a los psicólogos la tarea de dilucidar si ambos trastornos de conducta en apariencia opuestos son o no una misma cosa, lo cierto es que en términos de costos sociales, dicha patología genera importantes consecuencias cuando quien la padece, llega a detentar el poder en una comunidad.
En esos casos, aunado a las propias distorsiones mentales que surgen por el ejercicio del poder, es fácil que quien lo ejerce “se resbale” a los abismos de la megalomanía y los delirios de grandeza, de los que por más que haga, nunca podrá salir, ya que ningún logro será suficiente para aliviar sus carencias emocionales y su necesidad enfermiza de trascendencia histórica.
Esta última, obsesión típica de los megalómanos, ha sido a lo largo de la historia humana la desdicha para muchos pueblos, que en su momento no supieron reconocer y deshacerse de mandatarios cuyas psicopatías enmascaradas de buenos propósitos, los llevaron a la guerra, al caos social o a la ruina económica, lo que pareciera ser una sentencia perenne para la humanidad, condenada a repetir una y otra vez los mismos errores en la elección de sus gobernantes, víctima de su ignorancia o su autocomplacencia, y porque no decirlo, también de esa nuestra defectuosa condición humana, que con frecuencia nos hace ser a la vez víctimas y cómplices de nuestras desgracias.
Así, cobra sentido aquella frase del pensador francés: Joseph de Maistre:
“Cada pueblo o nación tiene el gobierno que se merece”, indiscutible aunque incómoda idea que cien años más tarde el novelista también francés André Malraux, reacuñara en otra versión quizás aun más incómoda: “La gente tiene los gobernantes que se les parecen”.
