No sin dificultad, el conductor del noticiero trataba de seguir el hilo de razones y términos técnicos con los qué, con entusiasmo desbordado, el joven entrevistado describía las maravillosas funciones de los lentes que exhibía en su mano y que pronto saldrían al mercado.
La vehemencia de las palabras y expresiones del novel emprendedor, me hizo recordar el rostro radiante del niño que recibe un regalo añorado, mismo que con más frecuencia de lo deseado, para frustración de los padres termina roto o descompuesto en el “cajón de los juguetes viejos”.
Algo parecido sucede hoy con la tecnología, la aparición de nuevos productos en el mercado es tan rápida, que los reemplazados van a parar a ese “cajón” a veces antes de terminar de pagarlos.
Pero no importa, la mercadotecnia funciona y “necesitamos” tener ese auto, ese reloj, ese celular o esos lentes, para estar a tono con los tiempos, no importa que como suele suceder, sólo sepamos utilizar un 5% o menos de las funciones del objeto deseado.
Este culto a la tecnología que hoy vivimos es comprensible, la novedad y el estreno son desde siempre factores que experimentarlos nos produce placer, por supuesto esto se aplica no solo a la posesión de bienes materiales sino también a la vivencia de sensaciones y emociones.
Pero más allá del mero aspecto doméstico, por llamarlo de alguna manera, hay otro uso más gravoso de la manipulación mercadológica de la tecnología, me refiero a la obsolescencia programada de los bienes y servicios, de los que hoy depende toda empresa para sobrevivir.
No importa si es grande o pequeña, cada día les resulta indispensable actualizar sus instrumentos de trabajo para subsistir en un entorno altamente competitivo, en el que la tecnología es determinante.
Y desde luego, ahí están atentas las grandes compañías con sus actualizaciones de memorias, programas, aplicaciones, etc. disponibles para su compra.
En un juego interminable, en donde cada generación de usuarios llega a disfrutar del placer del estreno de sus juguetes nuevos, mientras otra; se marcha con su cajón de los juguetes viejos.