Con la fluidez que caracteriza las obras del Dr. Viktor Frankl, desde el audio-libro surgen sus palabras que en fracciones de segundo, se convierten en mi mente en terribles imágenes impactantes por su crudeza.
Ahí están los pabellones construidos para doscientos prisioneros pero retacados hasta con mil de ellos; Ahí, las literas de tres niveles en las que hacinadas, deben dormir nueve personas con solo una manta para cada tres; Ahí, los baños con agua helada para hombres y mujeres y la rasura de su cabello y pelo corporal, que los despoja no solo de todo rasgo individual, sino también de cualquier rastro de dignidad personal; Ahí, la bestialidad de los “capos” encargados de guardar el orden y aplicar crueles castigos a otros presos como ellos mismos.
Y entre toda esa dantesca descripción que retrata la peor parte del ser humano, está el humo de las chimeneas que día y noche se “lleva al cielo” los despojos físicos y las almas de los prisioneros chamuscados en los hornos crematorios de Auschzwitz, campo nazi de concentración y exterminio de la segunda guerra mundial.
Cuatro años vivió Frankl en campos de concentración, en donde su inteligencia, su capacidad de observación y análisis y su formación profesional (neurólogo, psiquiatra y filósofo), le permitieron sobrevivir y documentar no solo lo que ahí ocurría, sino también cómo afectaba esto la vida emocional de los prisioneros, sometidos a toda clase de vejaciones y amenazas físicas, así como a los elevados niveles de estrés provocados por la presión permanente del cómo sobrevivir día por día.
Continúa la narrativa de: “El sentido de la vida” y de pronto, entre sus reflexiones hay una frase que capta mi atención:
“¡Borrar el pasado!”, se ordena a sí mismo el psiquiatra austriaco, cuando percibe que su sufrimiento es producto de una añoranza por el pasado, por su casa, por su familia y por todas aquellas cosas buenas que antes conformaban su vida.
Por estos días que vivimos en los que el cambio es la única constante, tal vez sea bueno borrar algunas cosas del pasado, para así vivir mejor el presente.