La neurodiversidad es un hecho científico, gracias a la investigación sabemos que existen diferentes tipos de cerebro que varían en su estructura y cualidades de desempeño. Las investigaciones sobre los neurotipos son inaugurales, pese a que vienen de un enfoque de tres décadas de desarrollo, su divulgación y aplicación son recientes. Gracias a los adelantos tecnológicos, el flujo de la información mayor, no todas las personas tienen condiciones que les permitan acceder al conocimiento.
Ahí radica la importancia de socializar la información y de acrecentar las oportunidades para permitir que los rubros de la educación, la salud y el trabajo accedan a la actualización de los conocimientos.
Todas las personas formamos parte de la neurodiversidad, pero aquellas que tienen un desarrollo considerado típico tienen una ventaja sobre quienes no. También es reciente la recuperación de las narrativas de las personas neurodivergentes, de quienes el testimonio es valioso para comprender las vivencias y dificultades que enfrentan en la cotidianidad.
Dado que se trata de un neurotipo y con un fuerte componente genético, la neurodivergencia esta presente desde el nacimiento; pero al desconocerlo, tanto las personas como su entorno, suelen ignorarse algunos elementos que permitirían la detección oportuna y con ello las intervenciones adecuadas para mejorar la calidad de vida.
Existen tres rubros principales que distinguen a las personas neurodivergentes, que son: las interacciones sociales e interpersonales, los elementos de la comunicación y el procesamiento sensorial. Los conflictos recurrentes que suelen experimentarse y corresponden a dichos rubros pueden ser indicadores de sospecha de neurodivergencia. Las detecciones son necesarias como un parteaguas para responder a las necesidades de las personas.
No importa si es en la adultez, las personas deben contar con herramientas que les permitan desarrollarse de manera plena y el reconocimiento de la neurodiversidad es un tema urgente para garantizar una sociedad armoniosa.
