Política

Las redes sociales y los abajo chingantes

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  • Las redes sociales y los abajo chingantes
  • Juan Pablo Becerra-Acosta

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Desde que existe una edición digital de MILENIO, procuro leer los comentarios de los lectores. Todo lo que escriben debajo de mis columnas, crónicas, entrevistas o reportajes. Antes no era así, hace muchos años la comunicación se daba vía correos electrónicos que los lectores me enviaban y que yo procuraba contestar con puntualidad. Era una interlocución personal y civilizada, no exenta de momentos ríspidos, pero se trataba de un debate que, gracias a lectores informados y cultos, muchas veces resultaba enriquecedor.

Además, había corresponsales refinados que detectaban pifias comunes o inauditas, y otros que aportaban valiosos datos para nuevas investigaciones.

Poco a poco la gente dejó de utilizar sus mails y optó por teclear sus opiniones y emociones directamente en la versión digital del diario, así como en las redes sociales, especialmente en Facebook y en Twitter.

La página de Facebook de Notivox es el sitio donde más participaciones hay, al menos en el caso de mis trabajos. Son decenas de comentarios los que cada semana se plasman ahí. De entrada están las emociones, las caritas (emoticones), que suelen ser mucho más numerosas que los comentarios: van de la aprobación al enojo. Después están las participaciones, que divido en tres: comentarios sobre el tema del trabajo, opiniones vertidas directamente hacia mí, y pugnas entre los propios panelistas.

En un principio parecía que la masificación de los lectores, que el acceso a decenas, cientos y miles de ellos posibilitaría la creación de una enorme comunidad virtual donde lectores y periodistas debatiríamos de forma inteligente y ordenada los acontecimientos, así como las inquietudes de unos y otros.

Todos nos enriqueceríamos. Era aquel sueño del extinto periódico unomásuno que fundó mi padre (Manuel) en 1977, cuyo lema era “usted y nosotros”: el lector y el periodista comunicados, juntos.

Fue una utopía: todo se echó a perder. Todavía se producen algunas buenas discusiones, análisis y debates sustentados en conocimientos y datos duros, en conceptos y documentos, pero las cosas degeneran cada vez más y predomina el salvajismo, la barbarie, el sicariato. La mentira. Las posverdades, las fake news. El linchamiento cruel, la golpiza tumultuaria. El escupitajo artero, la trampa, la zancadilla, la paliza en el suelo, todo desde el anonimato y la cobardía. Y al final, existen hasta amenazas de muerte.

Perdimos las malditas redes sociales que, salvo excepciones, se poblaron de ultras, de ayatolas, de millones de mini-Goebbels que exterminaron el debate, el humor fino, la ironía y el sarcasmo refinados, para dar paso a la vulgaridad y la banalidad. A lo macho y naco, concebido esto último como lo violento, lo ostentoso, lo burdo, lo falso. La reivindicación del mal gusto y la promoción de lo corriente. La victoria de la misoginia, la homofobia y el racismo. El triunfo del lumpen más infame y sanguinario infectó las redes y cada semana la peste aleja a gente valiosa de ahí, gente que anuncia su salida y huye.

Cuando perdimos las redes sociales, a manos de los abajo chingantes, el país se jodió un poco más. Ojalá los más jóvenes y sensatos las recuperen para que México sea un país mucho más decente, limpio, tolerante, incluyente y exitoso…

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@jpbecerraacosta

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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