Para la mayoría, sí, un año después de que asumiera el poder, es un honor estar con Andrés Manuel López Obrador. Para seis o siete de cada 10 mexicanos, sí, de acuerdo al promedio de encuestas (Poll of Polls) recabado y procesado por Oraculus (https://oraculus.mx/aprobacion-presidencial/): el 68 por ciento de los ciudadanos aprueba su presidencia y únicamente 26% la desaprueba.
Se diga lo que diga, en marchas y plantones, en redes sociales, en hashtags, en WhatsApp, en redacciones de medios de comunicación, en cartones de humor, en programas radiales, en mesas de debate televisivas, en columnas y artículos de opinión, en oficinas empresariales, en despachos de publicistas y en salones de marketing político; se diga lo que se diga en tertulias, la realidad es que AMLO ha cumplido un año en el poder con un respaldo ciudadano que sigue siendo rotundo.
¿Qué pasa? Que tiene una feligresía incondicional cuya devoción por su líder ha resistido todos los embates. No importa si su caudillo exhibe intolerancia a la crítica y llena de calificativos a quienes lo cuestionan o exhiben. No importa si, por su propio gusto, o pésimamente aconsejado por sus colaboradores más cercanos, permite que sus conferencias de prensa se infecten con aduladores sin pudor que solo en los peores años del priismo vimos que se comportaban así, que se postraban de hinojos en los fastuosos eventos presidenciales. No importa si consiente o tolera que en redes sociales su gente y sus fans organicen verdaderas masacres virtuales contra quienes disienten de su movimiento.
No importa nada: si él y su partido la emprenden contra organismos autónomos (CNDH e INE); si suprimen apoyos a estancias infantiles y afectan a madres trabajadoras; si cancelan un gran aeropuerto de primer mundo y se inventan una especie de terminal de autobuses; no importa si la confusión en la estrategia de seguridad provoca un impasse, o si la economía está estancada; haga lo que haga su guía espiritual, la masa morenista siempre lo alabará y coreará que no está solo, que… el amo es él.
Eso sí, como redacté la semana pasada (https://www.notivox.com.mx/opinion/juan-pablo-becerra-acosta/doble-fondo/amlo-un-ano-la-euforia-y-el-vertigo), sus simpatías van a la baja de forma consistente y quienes los desaprueban crecen mes a mes. En eso coinciden todas las encuestas: en promedio su aprobación ha perdido 13 puntos en nueve meses (Oraculus registró 81% en febrero pasado) y su desaprobación aumentó 12 puntos (estaba en 14% en febrero).
Yo, yo para este segundo año de gobierno quisiera un presidente que cesara sus mañaneras, que se limitara a un encuentro semanal con la prensa. Que no vilipendie a quienes lo critiquen y que repudie agresiones de suyos ultraje contra la prensa. Que no se exponga en cada gira: este es un país de sicarios. Que impulse un acuerdo continental para liberar el mercado de las drogas. Que combata con toda las fuerzas del Estado a los monstruos que seguirán masacrando. Que impulse poderosas y eficientes policías estatales y municipales. Que sin rollos de fe apoye el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpos y que estimule el castigo sin miramientos a quienes las acosen y hostiguen.
Un presidente que sea más estadista y menos activista… de él mismo.
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