Política

Magda Briones, una maga

  • Columna de Juan Noé Fernández Andrade
  • Magda Briones, una maga
  • Juan Noé Fernández Andrade

“Con el corazón partido les comparto que hace unos minutos mi tía Magda dejó de estar entre nosotros”. 

Así, breve, recibí el mensaje de Lutty Garibay, sobrina de Magda Briones Navarro, el miércoles pasadas las 10 de la noche. 

Después, cerré mis ojos para ver desde mi corazón a mi entrañable Magda en toda su hermosa persona y emblemática vida.

Recordé cuando la conocí como reportero de La Opinión. Encabezaba ella una marcha, pacífica, en contra de la instalación de la termoeléctrica en Villa Juárez. 

Me advertía del problema del agua en la Laguna. Su personalidad me atrapó. 

Desde aquellos años coincidimos en ideas y posturas en relación a diversos asuntos de la región y el país. Seguí de cerca su andar en el tema, sus propuestas, su coraje en una lucha que mantuvo siempre y a la cual sumó a mucha más gente.

Supe de su amor la danza, al flamenco. Supe de su experiencia con Pilar Rioja. 

Me tocó verla bailar en el Teatro –entonces- Garibay-, en una presentación que mi hermano Raúl la acompañó y que aprovechó para él despedirse e ir tras su sueño de convertirse en bailarín clásico. 

Supe más de Magda por largas pláticas en su casa atiborrada de libros, apuntes, pinturas, música que ambientaba esas conversaciones doctas en una diversidad de temas. 

Una taza de café y sus palabras, mirada, sonrisas, de repente alguna expresión en su rostro. 

Toda ella me hizo redescubrir la sencillez en el ser humano, su humildad sin hacer alarde de la sabiduría de su inteligencia. No, no fue una maja. 

Fue más: una maga, con ese interior pleno de espiritualidad y nobleza, de saber vivir dándose a la vida, a la juventud, a la gente desprovista de conocimientos y vestirla para enfrentar los retos en este mundo que calificaba, Magda, de injusto.

Con mis ojos cerrados vi su magnitud de mujer: bailarina, pintora, dramaturga, escritora, poeta, comentarista, articulista, académica, crítica, activista. En todo, una mujer entera, amante y amada.

A las 2 de la mañana preferí mejor escribir: Su legado aquí queda, y no son sus libros, ni sus pinturas ni sus obras de teatro, ni sus textos periodísticos en La Opinión o El Siglo de Torreón u otras publicaciones, ni sus presentaciones como bailarina, conferencista, expositora, crítica de arte y su permanente análisis del quehacer gubernamental, no.

Magda deja un legado más allá de lo material, un mensaje inmenso de humanismo, de amor al prójimo, de amor a la vida a partir de lo que hizo y le fue posible, siempre con dignidad, con alegría, con una dimensión social monumental; y además, con una voz, una sonrisa y una mirada que solo una Mujer como ella pudo tener y expresar.

El jueves, 30 personas la acompañamos en la misa ofrecida para despedirla. 

Después, en el panteón, nos hicimos presentes 20. Siete arreglos florales y una parvada de pájaros que sobrevolaron llorando lastimeros su partida. 

El sol se ocultó en señal de respeto a quien iluminó su anda y la Laguna durante 96 años de vida.

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