Después de un tiempo de tratarnos, cada vez que nos encontrábamos en alguna actividad política o académica, de vez en cuando cultural, su saludo cordial, amable, amistoso era, fue: “¡quihubo Juan Noé!”.
El pasado domingo, a las 10:38 de la noche, recibí un mensaje que no habría querido leer ni enterarme. “Falleció nuestro ex compañero de trabajo Avelino Hernández Corichi”, me avisó Gabi Nava.
Minutos después mi querida amiga Marielena Fernández me lo confirmó.
Durante un buen rato esa noche dominical, me puse a recordar al buen Avelino.
Era, fue una de esas personas que agradece uno conocer, tratar, platicar de uno u otro tema con la calma y serenidad que solo proporcionan el conocimiento y la sencillez.
Sí, allá a fines de los 80 coincidimos en espacios que anhelábamos fuesen democráticos, plurales, ajenos a los vaivenes, caprichos y veleidades que estaban asentados –hoy todavía de peor forma- en la Universidad Autónoma de Coahuila, en Torreón, en la Laguna, en Coahuila.
Lo escuché muchas veces interesado en que el oscurantismo sindical en ciertas dependencias de la entonces UAC (ahora UAdeC) cediera, abandonara las entrañas de la institución.
Muy difícil, las prácticas dinosáuricas (Velafrons coahuilensis) ya estaban aquí bien asentadas. Juntos recorrimos –al lado de compañeros de ilusiones y principios ideológicos- el estado, arriba abajo en sus distintas regiones.
Al amparo de unas siglas supimos del dolor social en la entidad.
Avelino deja un legado enorme. De ello dan testimonio los mensajes publicados en redes sociales por ex alumnos, compañeros de trabajo, gente que valora su dedicación en larguísimas jornadas académicas, con la investigación en el centro de su atención y su inclaudicable interés por la ciencia y proyectos que surgieran de jóvenes y niños, a quienes no solo alentó sino acompañó en diferentes etapas de un trayecto interminable.
Aún permanecen en mi mente, y en mi corazón, los planes que intentó desplegar cuando estuvo al frente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la casa de estudios coahuilteca aquí en Torreón.
Algunos los concretó, otros no. La grilla y la traición en la FCPyS estropeaban todo.
Eso sí, su preparación como sociólogo egresado de la Universidad Iberoamericana, su origen, su cuna tlaxcalteca lo llevaron a afrontar con ideas y criticidad aquello que lo enfrentó a la realidad.
Quizá haya sido uno de los primeros que, desde la academia científica, se ocupó y preocupó por el tema de la escasez y concentración del agua en la comarca.
Nunca olvidaré cuando publicó un trabajo en el que aseguraba que para producir un litro de leche en la Laguna ese proceso absorbía hasta 900 litros de agua.
Y como ese, otros más que, en apoyo a más otras inquietudes y pensamientos investigativos vinculados a la región, se elaboraron y elaboran en materia hidráulica, ciencia y tecnología.
Su empeño por la justicia social lo encauzó a través de la educación, una de las pocas vías de acceso a ese estadio tan anhelado por la sociedad.
Un buen hombre, sin duda. Un universitario simple, sencillo, entregado al conocimiento, generador de amistad y paz.
Avelino atendió su vocación de servicio y lo hizo sin mayores reflectores ni un protagonismo político obsesivo, porque su prestigio se dio a partir de solo servir, dar, escuchar, proponer, promover, impulsar.
No sé por qué tuvo que morir en plena madurez y experiencia. Pero sí sé que deja una huella en la actual generación que lo conoció.
Honor a quien honor merece: y Avelino Hernández Corichi será honrado en la memoria histórica de entre los pensadores y hacedores del verdadero espíritu universitario en Coahuila y la Laguna, lejos del acostumbrado modo de grillar y grillar y jamás trascender.
Porque, ahora sí que como dijera Humberto Piñera Llera: “El intelectual es, pues, un ente extraño al medio, en rudo contraste con éste, quien suele hostilizarle, por lo menos, con su indiferencia e incomprensión”.
Descansa en paz. Misión cumplida.