Así llamó Mike Lawler, representante de la asamblea de Nueva York por el Partido Republicano, a los representantes de su propio partido. Y no puedo estar más de acuerdo. Ese show del techo de la deuda ha sido muy dañino para los estadunidenses y para el mundo. Para darnos una idea de su importancia, basta con saber que ya incluso lograron bajar la calificación a la deuda soberana de Estados Unidos. Así de grave.
Es denigrante y desagradable ver cómo en el estira y afloja, los políticos se llevan de corbata a los ciudadanos, a los trabajadores del gobierno y a los mercados financieros. Además, desde ahora sabemos que sí van a llegar a acuerdos y que no van a dejar de pagar sus obligaciones a tenedores de bonos y a los empleados del gobierno. Es cierto que hay un déficit y una deuda muy grandes, pero es gracias a la hegemonía y al estatus de superpotencia que todos —sí, el mundo— seguimos financiando, pero si continúa esta práctica se perderá mucho; incluso ese estatus de país de refugio, de safe heaven.
Los políticos tienen que encontrar un mecanismo que no dañe la reputación de EU. Dejar de pagar a empleados, además del daño económico, genera distorsión en la economía, en la información estadística y hasta en la seguridad nacional. Imaginemos qué pasaría si dejaran de pagar los intereses de la deuda que ellos mismos emiten. Las consecuencias ahí sí serían inimaginables. En la escala de riesgo —nada tiene riesgo cero—, el más bajo es el de los bonos del tesoro. De seguir así, dejarán de tenerlo. Con toda esta incertidumbre, el balazo se lo dieron ellos mismos al provocar subida de tasas, elevar los costos de financiamiento y afectar el valor en el mercado de acciones que le impactó al mundo entero.
Pues bien, al final se pusieron de acuerdo en el límite y compraron tiempo por otros 45 días. Quizá para el 17 de noviembre veremos de nuevo este pobre espectáculo que seguro se arregla, pero en cuyo camino quedan muchos heridos.
Esta semana hay que estar atentos a la creación de empleos en EU y al desempeño del mercado después del acuerdo. Hay que recordar que la creación de empleo, paradójicamente, no puede salir muy alta porque significa que la inflación sigue presionada. En septiembre, las bolsas tuvieron un mal mes. Y es que mientras las tasas estén altas y con presiones hacia arriba, no puede continuar la recuperación.
Hay que estar dentro, invertidos, porque la lógica es que la inflación y las tasas bajarán y, con ello, los mercados accionarios pueden seguir al alza. También esperemos que el petróleo baje y se estabilice, aunque el poder y la ambición de los árabes, a través de la OPEP, con una política de recortes, podría presionar el precio del energético.
Veo saludable esta depreciación del peso hacia $17.50 por dólar, ya que la economía y la mayoría de los sectores estarían mejor con un peso menos fuerte. Es cierto que puede volver abajo de 17. Ojalá que no y que en lo sucesivo vaya hacia 18 o incluso más, un deseo que una posibilidad real en el corto plazo. Ya lo veremos.