Estilo

Autobiografía literaria

No hay una sola autobiografía -escucho aún la calificada voz de René Avilés Fabila- que no mienta. Nadie, en otras palabras, dice la verdad. Siempre lo tomé como algo muy natural: ¿Quién se quita la ropa en la calle, frente a los otros? ¿Quién desnuda el alma? Es algo parecido. En todo caso, en una autobiografía está lo que su autor quiere que esté. Hay una ventaja en todo esto: si se toma como un género literario más, aparecerá un péndulo que toca la realidad, por un lado, y la ficción, por el otro. 

Me habían encargado, a manera de ejercicio, escribir una autobiografía. Acepté porque, como ya lo he dicho, los tiempos se acortan cada vez más y más. Trato de no pensar en la muerte pero sí la tenemos a un lado, muy cerca. 

Me sometí a una terapia de tanatología justo hace nueve años guiado por un excelente clínico franciscano. Entendí miles de cosas. Justo hace nueve años recorrí un camino doloroso que sólo desembocaba en bifurcados extremos oscuros, neblinosos. Hay retornos, los hay: nadie debería tenerlos pero reaparecen. Recuérdese: la ansiedad es la anticipación de hechos terribles. 

¿Voy a decirlo en una autobiografía que a nadie le va a interesar? ¡Vanidad de vanidades! No, al final dije no, aunque fuera como un género literario, como una historia narrada en un extenso cuento. Algo muy cierto, indiscutible: en lo que uno escribe, quiérase o no, queda el rastro, la huella de las vivencias. En mi caso puedo reconstruir el entorno de mi infancia, así como lo escribió Jhon Perceval, un gentleman abandonado en un manicomio: “No recuerdo la hora ni el día, / pero sí recuerdo el día y la hora / en que yo era un niño pequeño”. Crecí entre invernales tormentas de nieve, al lado de un padre derrochador, de una madre imaginativa y de una abuela memoriosa de la poesía clásica mística. Viví en el centro de una ciudad hoy lejana para mí. Reescribo y corrijo mis propios textos publicados en la Revista “Corre, Conejo” y es entonces que me doy cuenta que ahí está mi lado autobiográfico: un aislamiento elegido, los álbumes de familia, las voces del Philco o de la Videovox, mis muertos, los azules atardeceres o los juegos mecánicos que miraba desde la azoteahuela. 

Hoy, a nueve años de tu partida, paquito, hijo, todo es vertiginoso, duele tanto, mucho.

Juan Gerardo Sampedro

twitter: @Coleoptero55

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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