En medio de una creciente ola de expresiones de racismo y xenofobia en diversas partes del mundo, el 4 de febrero pasado, un hombre irrumpió en un centro de educación para adultos, asesinando al menos a diez personas, la mayoría inmigrantes.
La tranquilidad del plantel educativo, ubicado en la ciudad de Örebro, Suecia, fue interrumpida por Rickard Andersson, un desempleado de 35 años, quien ingresó al inmueble con tres rifles, un cuchillo de cacería y una gran cantidad de munición. De acuerdo con el jefe de policía local, Lars Wiren, las armas largas contaban con licencia y fueron halladas junto al cuerpo del agresor, quien, tras enfrentarse por alrededor de una hora con los uniformados, decidió suicidarse.
El Campus Risbergska, donde ocurrió la carnicería, ofrece, entre otras materias, clases de sueco para extranjeros, con énfasis en inmigrantes, entre los que destacan sirios y bosnios.
Pese a que Andersson había sido alumno del centro educativo mencionado, no acudía a clases desde 2021. Andersson ha sido descrito por las autoridades como un hombre solitario que no mantenía comunicación ni con sus vecinos.
Asimismo, la policía abundó en que el ataque carece de motivos ideológicos.
El diario sueco Aftonbaldet ha ido más allá y, además de incluir en el perfil del presunto asesino la introversión y la soledad, cita a familiares, quienes refieren que Andersson tenía problemas de salud mental. El ataque perpetrado por él se suma a una preocupante alza de violencia en el país, donde ha salido a relucir un alto porcentaje de armas ilegales.
Un índice importante de ciudadanos suecos, sin embargo, posee armas, principalmente destinadas a la caza. De hecho, una de las armas utilizadas por Andersson en su agresión fue una escopeta de caza.
La masacre de Örebro ha provocado una serie de cuestionamientos acerca de la seguridad de los centros educativos de ese país, donde el acceso es muy relajado. Al respecto, la ministra de Educación, Lotta Edholm, ha explicado que la situación debe cambiar: “Creo que las escuelas, al igual que la mayoría de los lugares de trabajo, deben estar cerradas, y que sea el director quien decida quién puede entrar”.